No sé por qué te escribo, tal vez porque no puedo llevarme conmigo tanto peso en la mochila, pero tampoco deseo que te hagas responsable de unos actos que no te competen. Casi seguro que añadiré un peso sobre tu conciencia, pero también sé que sabrás qué hacer…
Llevo demasiado tiempo guardando este secreto que se pudre en mi corazón y me gangrena el alma. Estoy segura que lo entenderás todo y encontrarás la forma de perdonarme.
Por entonces el faro lucía en su época de plenitud, guiando a los navegantes en las noches oscuras. De día solíamos desplazarnos hasta el islote dónde se encontraba para bañarnos y disfrutar de aquellas vistas maravillosas. El farero se hizo amigo nuestro ¿recuerdas? Y más de una vez nos acogió bajo su techo cuando nos entreteníamos más de la cuenta y la noche o las fuertes mareas nos alcanzaban.
Aquel día fatídico –ojalá pudiera volver atrás- cuando subimos hasta lo más alto, sucedió aquel desafortunado incidente del que te hicieron injustamente responsable. Recuerdo que el farero y tú discutisteis por mí, como si yo fuera un trofeo. Llegasteis a las manos y él te tumbó de un solo puñetazo. Luego vino detrás de mí y yo hui despavorida temiendo lo peor. Bajé corriendo por aquella escalera de caracol que parecía no tener fin, y estaba a punto de alcanzarme con su mano, sacando medio cuerpo fuera de barandilla, cuando dio un paso en falso y cayó por el pequeño hueco. Su cuerpo se destrozó en aquella caída libre, golpeándose una y otra vez hasta que se desplomó inerte sobre el suelo.
Mientras esto sucedía tú yacías inconsciente en lo más alto de la torre y yo me marché asustada dejándote allí. Luego todos interpretaron que había habido una pelea y te culparon a ti de su muerte. Yo callé, no podía verme envuelta en aquel trágico suceso y echar a perder mi futuro. Y tú no podías recordar nada así que el engaño fue fácil.
He callado demasiado tiempo. Primero por cobardía, luego por miedo y comodidad, aunque ha sido muy duro cargar con este peso. Por eso, a estas alturas de mi vida, ahora que ya voy de vuelta y estoy cansada, envejecida y desgastada como las piedras del faro, no tengo otro deseo que descargar mi conciencia y buscar tu perdón. Espero que encuentres razones suficientes para hacerlo.
©lady_p
ENERO/2024
Participación en “Relatos Jueveros”, esta semana desde el Blog “La Trastienda el Pecado”, desde el cual Mónica nos invita a escribir un texto sobre ‘La luz oculta del faro’.
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Me ha encantado. Tienes mi foto. Un abrazo.
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El miedo nos hace cometer errores, pero estos nos dejan el alma echa polvo. Más tarde que temprano una tiene que confiar en alguien y sacarlo a la luz. Un texto que refleja la cobardia de las personas , somos frágiles y hay situaciones que nos lo demuestran. Un besote.
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Un caso de deslealtad bien claro y redactado con una fluidez que anima a saber más detalles.
Enhorabuena por tan buena contribución al reto.
Saludos.
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Muchas gracias Marcos! Saludos!
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Hola Lady, el miedo la obligó a estar callada, es inevitable, difícil confesar algo así en su momento, seguro que ya ha pagado todo por su mala conciencia tanto tiempo. Buen relato.
Un abrazo. 🙂
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Gracias Meche! Un abrazo!
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en cierta forma nuestros respectivos relatos se emparentan. Personajes cobardes y crueles que al final de sus vidas deciden confesar, seguramente movidos por el peso de sus conciencias. Un abrazo lady, que sigas bien
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Muchas gracias Mónica. Otro grande!
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Es curioso como hemos coincido en la asociación faro/muerte en algunos de nuestros relatos. El miedo es un sentimiento muy humano y no es fácil sobreponerse a él para evitar una injusticia.
Un abrazo.
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Es ciertp, hemos coincidido algunos. Gracias por comentar. Saludos!
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Hola Lady, como están esta semana las barandillas de delicados que la mayoría acaba cayendo por la borda. Bien ejecutado. Un abrazo
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Jejeje Ya te digo! Un abrazo!
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No creo que el perdón del quien fue engañado le alivie la culpa que lleva años pegada por cobarde y egoísta.
Excelente Lady!!
Un abrazo 🙂
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Pues yo dudo mucho, por no decir muchísimo que la vaya a perdonar. Si por » te hicieron responsable» debe entenderse que fue a la cárcel, en el grado wue fuera, yo me pensaría mucho lo de enviar esa carta. Porque podía haber contado lo que pasó.
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Hola, Sibila.
Me gusta haber coincidido casi en la idea 🙂 realmente, es un acto cobarde, pero el miedo es a veces un mal enemigo, mas el cargo de conciencia tiene que ser tremendo. Esa disyuntiva es profunda.
No va a obtener el perdón, pero igual lo perdona para poder seguir adelante, aunque ya le ha cortado las alas y le ha impedido volar.
La carta ayudaría a esclarecer unos hechos que, según el tiempo en que ocurrieron, se quedaría en lo que luego trascendió, obviando la realidad de los mismos.
No sé si será valiente para enviarla al final, pues ya fue cobarde en su momento.
Muchísimas gracias por sumarte a la convocatoria juevera.
Un beso enorme.
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Muchas gracias Magade. Aunque comento como ‘Sibila’ (mi perfil blogger) soy lady_p. La verdad es ambas perspectivas, la del que perdona y la del perdonado, requieren un gran acto de valentía, Encantada de compartir! Nos leemos! Un abrazo de vuelta.
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Muy buena historia, guardar ese secreto que culpaba a su amigo debió ser terrible y para él no recordar nada también, un abrazo.
PATRICIA F.
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Gracias Patricia! Un abrazo juevero!
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