La ventisca

De repente la puerta se abrió dando paso a una mañana fría y desapacible. El muñeco de nieve aparecía de lado, medio deshecho. La zanahoria que hacía las veces de nariz había desaparecido. El sombrero salió volando ante mis propios ojos y la bufanda roja fue arrastrada por una fuerte racha hasta mis pies… Más que un muñeco parecía un pobre espantapájaros desnudo, deforme y solitario sobre un manto de nieve, condenado su destino al vaivén de una furiosa ventisca.

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Participación en el reto “5Líneas”. (MEDALLA DE BRONCE). Este mes de noviembre debe contener las palabras Puerta, mañana y lado.

Extraña sorpresa

Fue un capricho del destino. O no. Pero allí estaba, paseando por la acera contraria. Llevaba puesto un abrigo rojo rematado con una boina negra de medio lado que se retocaba usando el cristal de un escaparate como espejo. Tan esbelta y elegante como la recordaba. Por un instante, cerré los ojos y me acerqué a su cuello para oler su perfume, seguro como estaba de que no suprimí aquel recuerdo de mi memoria. Continuó andando y entró en una farmacia. Me acerqué deprisa para no ser visto y comprobé cómo extendía sobre el mostrador unas recetas. Luego, mientras la farmacéutica entraba al almacén a buscar la medicación, ella paseaba parsimoniosa ante los perfumes y geles de baño. Finalmente abrió el bolso y se dispuso a pagar. Yo volví raudo a mi acera asegurándome de no ser visto.

Continuó caminando hasta la cafetería “Alhambra”, donde tantas veces quedamos para desayunar. Recordé aquella última vez y aquel desencuentro inesperado que nunca comprendí del todo. Se sentó en la barra. «Pedirá un zumo de naranja, café con leche y tostadas –me dije.»  Todo un clásico que no cambió ni un solo día. En casa, cada mañana exprimí para ella las naranjas e hice el café y las tostadas, añadiendo que le daba un toque especial del que ella carecía.

Dudé si acercarme y me deprimí por momentos. Después pensé que habían pasado varios años. Que cada uno había rehecho su vida, aunque ahora al verla algunas emociones se habían desperezado dentro de mí. Me rondaba la cabeza la idea de pararme ante ella, saludarla e invitarla a otro café para charlar un rato. Al fin y al cabo compartíamos recuerdos y conocidos comunes con quienes habíamos mantenido amistad aunque cada uno por su lado. «No creo que le importe. Igual hasta se alegra de verme tanto como yo -pensé». Aquella fuerte discusión había quedado atrás. Estaba seguro de habernos perdonado. El tiempo tiene la capacidad de poner todo en su sitio, limar asperezas, cribar, moderar y minimizar los hechos. Y todo eso era una realidad porque quince años no pasan en balde para nadie. Nuestras vidas de ahora nada tenían que ver con las de antes salvo pequeños detalles o manías que se resisten al paso del tiempo y se incorporan definitivamente a nuestra identidad. «Sí, voy a cruzar. Me pararé delante de ella y le diré simplemente “hola” en buen tono. Seguro que me reconoce enseguida como yo a ella incluso de espalda, porque su silueta es inconfundible para mí».

Rápido y decidido primero aceleré el paso para adelantarla en paralelo. Luego me crucé y anduve en dirección contraria para toparme de frente y una vez la tuve delante dije sonriendo:

−¡Hola Amanda!

Ella se paró en seco. Parecía dudar e insistí:

−Soy yo, Mateo, ¿no me reconoces?

La mujer me miró con extrañeza y mientras se levantaba las gafas de sol, frunció el ceño y contestó categórica:

−No sé quién cree que soy, pero no me llamo Amanda ni le conozco. Creo que me confunde. Buenos días.

Decepcionado y absorto me di la vuelta para tropezarme cara a cara con el rostro de una desconocida -un tanto extravagante- que sin dudarlo se dirigió a mí diciendo:

−Pero Mateo, Mateito ¿Qué haces tú por aquí? ¿No me reconoces? Soy yo, Amanda ¿no te acuerdas?

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Participación en «Relatos Jueveros» esta vez desde el Blog de Mag y los ‘acertijos’ de las palabras capricho, deprisa, suprimí, deprimí y exprimí.

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La pócima

Imagen: Internet

Flyn salió como cada mañana del agujero donde vivía pared con pared, junto al laboratorio del humanoide que trabajaba día y noche en su laboratorio. El diminuto subía de cajón en cajón hasta la cima del escritorio, resoplaba y daba los buenos días mientras el profesor se rascaba la verruga y proseguía alimentando su pócima:

−El cascabel de una serpiente, un pelo de búfalo, la púa de un erizo, grasa de foca, un anca de rana…

−¿Para cuándo acabarás? –preguntaba Flyn impaciente.

−Ten paciencia. Esta vez no fallaré. Lo tengo todo controlado.

−Eso mismo dijiste la última vez –le reprochó−. Me has convertido en oruga, en cucaracha y en una mosca verde. ¿Qué tiene todo eso que ver con un apuesto ser humano de 2.00 m de estatura?

−Nada. Pero todos esos errores me han servido para perfeccionar la fórmula y profundizar en mis conocimientos.

Flyn movió la cabeza a ambos lados y se volvió a su mini cuchitril dispuesto a pasar otro día sin resultados. Y allí, tumbado en su cama, soñaba con verlo todo desde las alturas y mirar a todos desde arriba. Soñaba ser grande y alto , lo más parecido posible a un jugador de baloncesto.

Mientras, el profesor Braun se afanaba en su nueva fórmula para crecer, saboreando la fama y notoriedad que alcanzaría una vez la consiguiera:

−Ya me imagino recibiendo el Nobel −pensaba−. Todos querrán conocerme y estrechar mis sabias manos. La prensa, la radio y la TV concertarán entrevistas. Seré rico y famoso…

Por fin, a la mañana siguiente, Flyn escuchó:

−¡Esto está listo! Esta vez funcionará, te lo garantizo.

Se levantó de un salto y salió raudo y veloz dispuesto a beber su ración de pócima, consistente en un vaso de un líquido verdoso –aparentemente repugnante- que le sumirían en un profundo sopor que duraría dos días y tres noches, los mismos que duraría transformación y tras los cuales –en teoría- su tamaño sería el de un apuesto joven de 2.00 m de altura.

Y así lo hizo. Bebió y bebió hasta apurar aquel líquido amargo. Luego se echó en la cama dispuesto a dormir. Mientras, el científico ilusionado, salió a comprarle algo de ropa tamaño XXXL y zapatos del número 48-50. Todo debía estar preparado para el despertar.

Cuando volvió estaba tan cansado que se quedó dormido junto a Flyn.

De repente un fuerte gruñido le sacó del sueño.

−¿Qué es esto? –gritó−. Algo extraño está pasando…

Entonces vio a un enorme dragón de rostro conocido, tan verde como el brebaje, que ocupaba toda la habitación. Le miró fijamente a los ojos y reconoció la mirada enfadada de Flyn.

−Lo siento amigo. Algo ha fallado. Por lo menos esta vez eres un animal de gran tamaño. Todos querrán conocerte. ¡Alégrate Flyn, por fin cumpliremos nuestros sueño: tu eres grande y mirarás desde arriba, y yo seré famoso!

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Participación en Vadereto desde el Blog ‘Acervo de letras”, esta vez el relato contiene como uno de los personajes a un ‘dragón’.

La llegada

Apenas cinco peldaños me separaban de ella. Al pie de la escalera contemplaba los cerezos en flor bajo una bóveda azul de nubes bancas. El horóscopo me había anunciado que ‘acuario’ sería recibido con una acogida calurosa. Nada tenía que temer, sin embargo su llegada me inquietaba.

El tiempo se deslizaba demasiado lento aunque apenas habían transcurrido unos minutos. De súbito alguien se acercó detrás de mí para susurrarme al oído que ella no vendría ni ese día ni otro. Entonces un fuerte viento agitó con fuerza los árboles y un pájaro azul se posó sobre la alfombra roja… 

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Participación en el reto  Escribir Jugando de noviembre en el Blog de Lidia.

El tesoro

Imagen: Internet

No resultaría fácil desenterrar aquel tesoro. Me animé con una sonrisa y comencé a profundizar hasta las raíces, removiendo la tierra con toda mi energía y mi fuerza. No imaginaba que en cincuenta años aquel árbol pudiera crecer tanto. Por fin toqué un material duro: era la caja de galletas. Tiré con fuerza y la extraje. Luego como si de un ritual se tratara me senté y la abrí. Y entonces un ligero movimiento se dejó sentir bajo mis pies. El planeta se resentía mientras mi pequeña pandora mostraba los oscuros secretos de mi pasado…

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Participación en “Fundación Cinco Palabras” este mes por invitación de Pilar Vazquez: tesoro, sonrisa, raíces, tierra, planeta.

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Muerte súbita

Estoy cansada de pasearte por mis textos. Harta de que seas uno más en mis historias. Por eso pretendo deshacerme de ti. Sí. Sé lo que vas a decir. Hace mucho que trabajamos juntos y me has prestado un gran servicio conduciendo a los lectores a través de mis relatos. Hemos mantenido una relación respetuosa y me has servido de puente, de interlocutor. Has actuado como mi propia voz en off y has sabido presentar a mis personajes, visibilizar lugares y escenas, describir el ambiente, crear el misterio, sembrar la duda, asustar, sorprender, preparar la sonrisa, insinuar lágrimas, hablar entre líneas y hasta utilizar eufemismos porque eres incapaz de estar callado. Pero ya está bien de robar protagonismo. A veces me resultas demasiado creído porque eres consciente de saberlo todo y tan omnisciente que conoces todos los detalles. Eres capaz de seguir y perseguir a uno de mis intérpretes a través de su propia historia, en ocasiones, incluso sin ser visto ni oído. Me conoces demasiado bien. Lo sabes casi todo de mí. Eso parece peligroso y ya no me fío. Por eso voy a eliminarte. Acabaré contigo y dejaré que mis actores se defiendan solos sin necesidad de que nadie ande tras ellos. Desaparecerás de mis textos. Te borraré de un plumazo. Yo te condeno a la peor de las muertes: te enviaré al exilio durante toda una eternidad. Pasarás eones en silencio. Luego tal vez, sólo tal vez, recurra de nuevo a ti.

©lady_p

Participación en el reto del ‘Blog El Tintero de Oro’, este mes de noviembre bajo el título: “Matar al narrador».

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