La decisión

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A pesar de la adversidad y la desdicha que en ocasiones me desanimaban, no podía ceder ante esa deuda contraída conmigo misma. Los científicos hemos de ser pacientes, las científicas más, me repetía hasta la saciedad. A veces, una especie de duende interior me zarandeaba y empujaba a continuar incluso en los momentos más bajos. Cualquier pequeño éxito me hacía más fuerte y me recordaba que no debía quedarme dormida, que ante la duda, tenía que seguir luchando, que no debía hacer caso a los dardos envenenados de mis rivales y adversarios y que la compatibilidad, incluso entre los enemigos, podría llegar a ser real.

Absorta en mi laboratorio pasaba mucho tiempo sin volver a casa. Dormía en un viejo sofá y me alimentaba de hamburguesas o pizzas. A veces no era consciente de que pasaban las semanas, que durante varios días ni siquiera me cambiaba de ropa. «El tiempo apremia» me repetía El ‘cronógrafo reversible’ debería superar unas cuantas pruebas más. Estaba segura de lo que representaba, de que resultaría revolucionaria la posibilidad de recuperar el tiempo vivido las últimas 24 horas. Sería toda una proeza. El mundo se volvería loco pretendiendo rectificar sus acciones, modificar sus decisiones, omitir algunos de sus actos… Muchas cosas mal hecha podrían rectificarse pero ¿acaso tanta espectacularidad merecería la pena? ¿Serviría para hacer mejor a la humanidad? La contabilidad de los fallos comprobados me decía que estaba muy cerca de conseguirlo.

Y si todo va tan bien ¿por qué siento miedo? ¿Por qué no me siento bien o feliz? Nunca me gustó jugar a ser diosa, ni me regocijó la idea de tener el mundo en mis manos, ni me embelesó o me embriagó la fama, y sobre todo, odio hasta el extremo a los poderosos, manipuladores y opresivos…Soy científica para hacer el bien, para beneficiar a la humanidad, para ser reconocida y recordada por ello…

Sin dudar un ápice, me puse la gabardina, cogí el bolso, cerré la puerta del laboratorio y me marché. Y después de no sé cuánto tiempo, sonreí satisfecha por primera vez…

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Reto ‘Relatos de jueves’, esta vez bajo el epígrafe “Trece de dos” a iniciativa del blog  La trastienda del pecado.

El prisionero

Willy, ‘cara de bueno’, consiguió engañar a todos menos a sí mismo.  No le había ido mal deambulando por los recodos de la maldad, al tiempo que pactaba con el demonio. Conseguir cuanto quería fue por encima de todo su objetivo: embustero, desleal, impostor e hipócrita, acusó, robó e inculpó falsamente a cuantos le estorbaron. Y aun así, cuando esperaba la condena en su celda y recibió la visita de su madre, el amor y la compasión que proyectaban sus ojos, atravesaron su corazón putrefacto, y apenas por un instante, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro…

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Reto correspondiente al mes de octubre del “Blog de Lidia”

Un deseo anticipado

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Don Matías se despertó temprano, como siempre: «Un día más» pensó para sí. Casi como un autómata se levantó y milimétricamente repitió una liturgia impuesta desde que se quedó viudo hacía ya quince años: encendía la radio, iba al baño, se afeitaba, se vestía y se dirigía a la cocina a desayunar:

−Un buen café es indispensable para empezar el día −afirmaba en voz alta.

Sus hijos ya le habían advertido sobre esa costumbre de hablar solo, pero él lo negaba taxativamente:

−No hablo sólo. Pienso en voz alta. Es un signo inequívoco de inteligencia –se defendía.

Pero su teoría fue haciendo aguas conforme avanzaba el tiempo y el pensamiento dio paso a un monólogo exterior fundamentado en una profunda soledad.

El calendario fue deshojando los meses hasta que llegó octubre. A Matías cada año se le hacía más cuesta arriba y celebrar su cumpleaños una ceremonia insufrible. Para él era un suplicio, un trago, un día del que no quería saber nada, y menos aún, festejarlo. Pero primero sus hijos y luego sus nietos insistían en que soplara velas y pidiera un deseo. Y aquello fue consolidándose año tras años, hasta convertirse en una tradición imposible de erradicar. Y así, a lo tonto, llegó el día ‘d’.

Martina, su hija pequeña, preparó el comedor con guirnaldas y una bandera republicana presidiendo el acto en honor de un padre rojo, anticlerical y ateo confeso. Abrió la mesa del salón para que cupieran todos. Extendió el mantel blanco reservado para las ocasiones. Colocó la cubertería nueva, la cristalería con las copas ordenadas y la vajilla favorita de su madre. Mientras, en la cocina, su hijo Álvaro preparaba su comida preferida, aperitivos y entrantes variados y diferentes cada año menos el postre, que siempre era el favorito del anfitrión: arroz con leche.

A la hora convenida el resto de los comensales -familiares y amigos íntimos- iban llegando. Conforme entraban, saludaban y dejaban un regalo sobre una mesita supletoria con la foto de la boda de Matías en la que los novios se veían de pie. Su mujer, Rosario, aparecía guapísima con un vestido de encaje blanco con mangas. Él con un traje oscuro y corbata a rayas. ¡Ambos tan jóvenes…!  De vez en cuando Matías miraba la montaña de paquetes y repetía insistente algunas frases: «No teníais que comprarme nada» «No tiene sentido semejante derroche». «¡Ni que fuera Navidad!».

Álvaro salió con el delantal invitando a todos a que se sentaran a la mesa mientras portaba dos bandejas para picar. Alabaron al cocinero por tanta exquisitez. Los vinos elegidos por Matías hijo, fueron un éxito. Entre todos recordaron momentos felices. Contaron anécdotas y travesuras. Todo transcurrió entre risas y bromas hasta que, casi acabada la sobremesa, llegó el momento temido y delicado de soplar velas y pedir un deseo. Entonces corrieron las cortinas del balcón para oscurecer la habitación, se encendieron las 80 velas y una voz de niña repitió: «Pide un deseo y sopla abuelo». Matías apretó los ojos, se concentró y a punto estaba de soplar, ya con los carrillos inflados, cuando sintió una especie de temblor que recorrió su cuerpo y un fogonazo, como de un relámpago, iluminó la habitación. Entonces abrió rápidamente los ojos y para su sorpresa se encontró frente a Rosario que le sonreía diciendo: «Cierra los ojos cariño, si los abres el deseo no se cumplirá. Todos los años lo mismo».

Alrededor de su esposa estaban sus tres hijos pequeños, sus hermanos, sus tíos y amigos. Todos jóvenes jaleando y sonrientes. Los miró recreándose en cada uno de ellos mientras los escuchaba animándole a cerrar de nuevo los ojos y soplar: «Venga Matías, sopla que queremos probar la tarta –le decía su hermana». «Papá ¿no sabes qué pedir, te lo digo yo? -comentaba su hija pequeña».  Pero Matías no quería cerrar los ojos, quería quedarse en aquella escena, en aquel tiempo, en aquel instante, consciente de que todo era una alucinación, un sueño, un deseo anticipado…

De repente el sonido de la voz de su hijo lo devolvió a la realidad: «Papá, papá ¿estás bien? Pide un deseo y sopla?». Matías parpadeó. Luego sonrió y dijo:

−Soplaré −y añadió sonriendo− aunque este año el deseo se ha anticipado y ha venido exprés.

Todos se miraron con una mueca de extrañeza y escepticismo. Matías los miró soltando una enorme carcajada a la que siguieron las risas incomprensibles de todos los demás… Finalmente sopló y todos le aplaudieron.

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Relato de participación en VadeReto que este mes nos invita a escribir sobre ‘El cumpleaños’

Reencuentro

Se levantó la solapa del abrigo y caminó pletórico por la ilusión de aquella cita. Cruzó la calle. Mientras avanzaba observó una amapola en los bordes desbrozados de la acera. Pensó en los años transcurridos desde la primera vez. Soñó con aquel viaje entonces imposible. Miró al cielo para contemplar la luna insinuada al atardecer y por fin, cuando casi había llegado al lugar acordado, la vio marchar sobre sus pasos. Pensó retroceder pero la llamó dos veces: «¡Amanda! ¡Amanda!» Ella se volvió y ambos descubrieron en sus rostros la memoria inexorable y cruel del paso del tiempo.

Microrrelato,”Fundación Cinco Palabras” este mes de octubre: solapa, ilusión, amapola, viaje y luna.

El encuentro

Puente De Carlos, Praga. Imagen: Internet

Siempre he creído que si nos encontrábamos algún día, me reconocerías. ¡Cómo olvidarnos! A pesar del tiempo y la distancia, tus ojos me revelarían tu rostro. Pero me equivoqué. El tiempo no pasa igual para todos y el mí se delatan los años. Por ti, en cambio, parece que no pasó el tiempo. Pero nada justifica que estuvieras a mi lado sin ni siquiera mirarme. Te encontré en Praga por casualidad. Ya ves, un viaje que me propuse hacer sola y allí estabas tú, en el Puente De Carlos, como un turista más haciendo fotos con el móvil. Te observé desde lejos entre aquellas piedras cargadas de historia. Te miré. Me acerqué. Estuve a tu lado. Cerca. Tan cerca que tú abrigo me rozó la mano. Estabas distraído mirando el gran río Moldava. Tus ojos no dejaban de enfocar el horizonte, apuntando fijamente hacia la Ciudad Vieja. Caminaste lento. Lo atravesaste de un extremo a otro. Yo me mantuve detrás de ti, a una prudente distancia, hasta que llegamos a la Torre. Entonces aceleraste el paso y te perdí entre una muchedumbre tan extraña como tú…   

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Convocatoria para «relatos de jueves»: ‘de puentes va la cosa’

Remembranza

Fotos: lady_p

Nada más cerrar el libro entorné los ojos y repetí las palabras recientemente leídas: «y el tren partió perdiéndose en una distancia que parecía infinita». Entonces repasé los instantes más felices de mi vida intentado esquivar cualquier atisbo de nostalgia. Recordé aquellos paseos por el andén de la vieja estación y sentí de nuevo nuestras manos entrelazadas en mi bolsillo. Evoqué la espera impaciente y el adiós pleno de esperanza. Comprendí que el tiempo había pasado demasiado rápido, que quedaba poco por recorrer y que mi último viaje estaba cerca. Y sonreí agradecida por tanto, aunque en realidad no lo fuera.

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Participación en la Semana 4 de Relatos en Cadena de la Cadena Ser.  

El experimento

Imagen: Internet

Se apresuraron con el martillo y los clavos. Cerraron herméticamente la caja. Un incesante y repetitivo parloteo escapaba por unas pequeñas hendiduras abiertas para la respiración. Nadie debería volver a ver aquel esperpento fruto de los experimentos de un científico loco, que jugando a ser dios, creó un abominable ser mitad loro mitad humano, condenado a la más absoluta soledad desde antes de su concepción. Y pasó el tiempo hasta que un día, un estruendo dentro del laboratorio alertó al personal. Cuando llegó, la caja, destrozada, llena de coloreadas plumas, indicaba que el engendro había escapado y circulaba fuera de control por la ciudad…Lo peor estaba por llegar.

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‘Relatos encadenados de la Cadena Ser’.

La noticia

Durante un segundo la noticia me entristeció. Vuestro sentido del humor me asusta. No tiene límites. La publicación de una falsa muerte en los periódicos locales escandalizó a una comunidad rural tan apegada a la tradición como a la superstición. Todos se llevaron las manos a la cabeza ante aquel suceso, aunque luego todos se alegraron, eso sí,  a escondidas y en silencio… Y nunca más se volvió a hablar de ello.  

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Participación en el reto “5 líneas”. Este viernes con las palabras: Segundo, vuestro y periódicos

Una noche en High Tower

Imagen: Blog, «Elbicnaranja»

Acepté la invitación para conocer el Castillo de High Tower, situado al norte de Escocia. Los invitados fuimos recibidos por un comité organizador que no escatimó detalles. Un lacayo con librea abría las puertas de los coches conforme llegaban. Otro, apostado en la puerta, saludaba mientras daba paso con exquisita corrección. Y ya en el interior un señor de mediana edad con traje y corbata, encargado de la visita, nos entregaba una carpeta con informaciones varias: un mapa de la zona, posibles itinerarios en los alrededores, dónde comer y una breve historia del castillo que contenía fabulosas ilustraciones del interior y de las vistas desde las altas torres. A continuación nos entregaron las llaves de las habitaciones que no iban enumeradas sino que tenían nombre alusivos a las diferentes partes del castillo: El Homenaje; Las caballerizas; La despensa; El paso de ronda o ‘Las mazmorras’, la mía…

Nada más entrar en la habitación me llamó la atención una enorme cama de madera con dosel. Me gustó tanto que de un salto me eché en ella y estiré los brazos y las piernas. Entonces apareció frente a mí un cuadro de grandes dimensiones en el que posaba una muchacha sobre una cama coronada por un fantástico tigre que, cual gárgola, la custodiaba al tiempo que lamía su cabeza con ojos desafiantes. Al fondo, un espejo reflejaba los muebles de esta misma habitación. Entonces  sentí un ligero escalofrío cuando me vino a la cabeza la imagen de aquel enorme felino, siendo retratado en este mismo lugar, en esta cama. Y reaccioné rechazando esa idea enfrascándome en la lectura de los folletos, a fin de conocer los orígenes y leyendas de aquella fortaleza.

Tras la cena y después de dar algunas vueltas, agitada por el viaje, me dormí profundamente. Recuerdo que tuve una pesadilla de la que intentaba salir. Y en esas estaba cuando un extraño sonido me sacó del letargo. Miré hacia el balcón y sobre las cortinas observé la sombra de un grotesco animal, semejante al tigre del cuadro, que se arrastraba y aproximaba hacia mí. Me quedé inmóvil. Tapé mi boca con una mano intentando que no se oyera la respiración. Apreté un almohadón sobre mi pecho para calmar los latidos acelerados de mi corazón, mientras seguía con la mirada el lento desplazamiento del animal que se movía sigiloso hasta que de repente se paró para tomar impulso y saltó sobre la cama… Dos segundos después lo tenía acurrucado a mi lado dócil y cariñoso…No era más que un precioso gato, agrandado por el juego de las sombras, que buscaba calor y cariño…

Cuando desperté ya se había marchado. Los recuerdos estaban borrosos en mi cabeza…Pero… ¡Oh noo! En el cuadro el tigre había desaparecido y en su lugar aparecía un dulce gatito que lamía sumiso la cabeza de la joven…

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P.D. Participación en el reto de los Viernes Creativos del blog “Elbicnaranja, Escribe fino”, esta vez bajo el título “Angustia”.

La Sibila…

Amalia, la Sibila, llevaba años dedicada a la quiromancia y a los oráculos. Sus manos perfectamente aseadas, colocaban delante de mí las cartas una a una según las sacaba de la baraja:

−El nueve: ‘la isla del tesoro’−dijo con voz firme.−Es una tortuga galápago que transporta una torre. La tortuga, con su caparazón, representa el paso lento del tiempo y la coraza que muchas personas llevan. La torre simboliza la fortaleza de tu corazón y cierta resistencia a la felicidad. Pero como buen leo, aunque algo cohibida, eres leal y sabes establecer tu prioridad. ¡Adelante! Ve tranquila, conseguirás tu propósito.  

P.D. Participación en Reto de septiembre en Escribir Jugando. Septiembre ’23 | El Blog de Lídia (lidiacastronavas.com).

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