¡Viajeros al tren!

Esta semana desde el Blog Escribe fino, en la convocatoria para ‘Viernes Creativo’, se propone el reto de escribir inspirándonos en esta foto deJuan Crusoe titulada «Antes de subirnos al Hello Kitty Shinkansen».

¡Viajeros al tren! Por segunda vez se llamaba a los pasajeros, invitándoles a que acabaran de despedirse y subieran a sus respectivos vagones. Uno de los revisores, que lucía un uniforme impecable, se asomaba a una de las ventanillas del famoso ‘tren bala’, Hello Kitty Shinkansen,  para efectuar las últimas comprobaciones antes de dar la salida.

Desde aquella posición, el revisor podía observar cómo la gente se agolpaba en el andén, caminando rápido mientras arrastraba cada cual su maleta.

El panorama mostraba diversas escenas: Una pareja de enamorados que apuraba el último beso. Un grupo de niños que recibían los continuos consejos de sus madres: «No comas muchas chucherías» «Ten mucho cuidado» «Haz caso a los monitores». La puerta del último vagón aún no se había cerrado y dos trabajadores del servicio de acompañamiento acababan de acomodar a una anciana que viajaba en silla de ruedas…

Por el altavoz se oye la última llamada. El jefe de estación se dirige a la cabecera del tren para dar la salida. El revisor continúa asomado a la ventanilla realizando las últimas comprobaciones, constatando satisfecho, que todo está orden, que las puertas se cerraron y que nadie se queda en tierra.

©lady_p

La despedida

Esta semana desde el Blog Escribe fino, en la convocatoria para ‘Viernes Creativo’, se nos invita a escribir sobre ‘la despedida’, inspirándonos en esta foto de Carole Bellaiche.
Fotografía de Carole Bellaiche

Ya sé que no te gustan las despedidas. Tampoco a mí me resulta fácil decirte adiós. Pero estoy convencido que será lo mejor para ambos. Continuar sólo representa una fuente de sufrimiento y de frustración. Y estoy cansado de esperar inútilmente.

Recuerdo la primera vez que te vi hace ya muchos años. Entonces tenías el pelo corto y la mirada inocente. ¡Éramos tan jóvenes! Sobre todo tú. Cuando me miraste encontré dolor dentro de ti. Luego supe que era verdad, que sufrías, que tu vida no era fácil y creí que era yo quien debía redimirte. Y sí, primero te salvé pero después te perdí.

Pasó el tiempo y vinieron muchas dificultades que afrontamos juntos hasta conseguir capear el temporal. Juntos logramos arrancar las malas hierbas de tu alma. Rescatar lo mejor de nosotros mismos para ofrecérnoslo y compartirlo. Yo tenía una fe ciega en ti y no supe ver lo que se avecinaba. Y tú te fuiste apartando poco a poco, te alejaste de mí sin que nada pudiera hacer para retenerte. Al final te dejé ir, aunque siempre pudiste contar conmigo y siempre estuve cerca cuando me necesitaste.

Pero ya no quiero estar. Es hora de caminar separados. De coger las riendas de tu vida y afrontar tu sola tu propia realidad. No me busques, no me llames, no me escribas. Ya no quiero saber de ti. Te lo digo porque es lo que grita mi corazón aunque sin acritud, sin rencor ni hosquedad.  

Espero que pienses en mí con la misma gratitud que yo lo hago. Te deseo una vida plena de momentos felices, de instante fugaces de alegría, de oportunidades y ocasiones que te proporcionen todo el bienestar que mereces…

©lady_p

Genética

Hacía mucho que no me miraba al espejo. Estaba demacrada y había adelgazado tanto que se me veía enferma. Pálida, ojerosa y llena de canas, deambulaba de un lado a otro de la casa perdida en mis elucubraciones. Llevaba meses viviendo como una zombi. No soportaba despertarme y comprobar que la vida a mi alrededor continuaba girando mientras a mí el tiempo me retenía en aquel doloroso duelo que parecía no tener fin. Claro que yo aprendí a disimular y cuando alguien venía a verme representaba mi papel, y muy bien al parecer, porque todos pensaban que estaba mejor y que saldría adelante, como sucedió en realidad, aunque un poco más tarde de lo que todos creyeron.

El caso es que yo retenía en la memoria una imagen de mí misma que ya no era. Los espejos permanecían opacos, mudos, silenciosos. Los ignoraba a mí paso, y si me veía de refilón, no reparaba en ello. Los eludí mucho tiempo, hasta que un día que tenía que salir, me puse ante uno de ellos para arreglarme el pelo y entonces la vi. Vi a una mujer extraña mirándome desde el otro lado. ¿Quién era aquella que imitaba mis gestos? ¿A quién me recordaba? Y entonces lo supe. Comprendí que la juventud empezaba a escaparse de mí, que mis rasgos se desdibujaban y que la genética no engaña.: aquella desconocida del otro lado del espejo era mi madre y yo me parecía a ella…

©lady_p

Participación en ‘Viernes Creativos’, desde el Blog El Bic Naranja Escribe Fino, esta semana con el tema: genética.

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Una puerta de salida

Me oculté en la playa. No sabía a dónde ir para que no me encontrasen y recordé una pequeña gruta entre las rocas.  Una vez allí, encerrado, en más absoluta oscuridad, repasé varias veces lo ocurrido. Primero una acalorada discusión y después un fuerte golpe en el pecho. Tirado en el suelo, casi sin aliento, me sobrepuse y respondí con un potente derechazo directo a la mandíbula. John cayó al suelo como un peso muerto, con la mala fortuna de golpearse el cráneo con el bordillo del escalón de la barra. Un hilillo de sangre brotó de su nariz hacia el labio superior. Alguien gritó: «¡Lo ha matado! ¡John está muerto!». Entonces corrí. Un fuerte dolor me apretaba el pecho. No recuerdo las calles, solo que corría dejando detrás el revuelo y los gritos cada vez más lejanos hasta que dejé de oírlos. Entonces paré para coger aire. No podía pensar donde esconderme hasta que recordé esta cueva y aquí estoy. De nuevo un intenso dolor en el pecho y un escalofrío recorre mi cuerpo hasta que me duermo profundamente… No siento nada.

Al despuntar el día decidí salir y dar la cara. Afrontar las consecuencias. Anduve por la orilla hasta que de súbito encontré una puerta abierta frente a una duna. No tenía sentido pero no dudé. Entré precipitadamente. Miré a mi alrededor: era otra playa. Respiré hondo creyéndome a salvo. Ya no experimentaba dolor alguno así que caminé tranquilo, sin rumbo, hasta que de repente divisé a lo lejos una silueta que caminaba hacia mí. Conforme se iba acercando comprobé que se trataba de un chico joven. La imagen borrosa era cada vez más nítida: «No puede ser, pensé. Es John». Me quedé quieto mientras él avanzaba hacia mí. Cuando lo tuve delante observé el hilillo de sangre sobre el labio superior y un hematoma en la barbilla. Nos miramos:

−Bienvenido al otro lado −dijo.

−No puede ser −afirmé titubeando− ¿Estás muerto John?

Entonces me miró fijamente a los ojos y afirmó:

−Tú también, amigo mío. Tú también.

©lady_p

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Participación en el reto ‘Viernes creativos’ a iniciativa de Ele y su blog “Escribe fino” quien esta vez nos invita a escribir un relato sobre ‘una puerta por donde escapar’, inspirado en la fotografía de Shinn Abedinirad.