Genética

Hacía mucho que no me miraba al espejo. Estaba demacrada y había adelgazado tanto que se me veía enferma. Pálida, ojerosa y llena de canas, deambulaba de un lado a otro de la casa perdida en mis elucubraciones. Llevaba meses viviendo como una zombi. No soportaba despertarme y comprobar que la vida a mi alrededor continuaba girando mientras a mí el tiempo me retenía en aquel doloroso duelo que parecía no tener fin. Claro que yo aprendí a disimular y cuando alguien venía a verme representaba mi papel, y muy bien al parecer, porque todos pensaban que estaba mejor y que saldría adelante, como sucedió en realidad, aunque un poco más tarde de lo que todos creyeron.

El caso es que yo retenía en la memoria una imagen de mí misma que ya no era. Los espejos permanecían opacos, mudos, silenciosos. Los ignoraba a mí paso, y si me veía de refilón, no reparaba en ello. Los eludí mucho tiempo, hasta que un día que tenía que salir, me puse ante uno de ellos para arreglarme el pelo y entonces la vi. Vi a una mujer extraña mirándome desde el otro lado. ¿Quién era aquella que imitaba mis gestos? ¿A quién me recordaba? Y entonces lo supe. Comprendí que la juventud empezaba a escaparse de mí, que mis rasgos se desdibujaban y que la genética no engaña.: aquella desconocida del otro lado del espejo era mi madre y yo me parecía a ella…

©lady_p

Participación en ‘Viernes Creativos’, desde el Blog El Bic Naranja Escribe Fino, esta semana con el tema: genética.

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6 comentarios sobre “Genética

  1. Hola, Lady.
    Los espejos son traicioneros, aunque tremenda y condenadamente sinceros.
    Yo hace tiempo que veo a otra persona reflejada en ellos. Mi mente no reconoce a esa persona tan «vintage». 😅😂
    Lo más importante es no hacerles caso y seguir adelante con la imagen interior: la mental y la que está resguardada en el corazón.
    Excelente relato que pone tus palabras en nuestra boca. Todos somos esa mujer.
    Enhorabuena.
    Un Abrazo desde este lado del reflejo.

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  2. El paso del tiempo es un acreedor implacable, que curiosamente parece cobrarse la juventud ajena antes que la propia, pues, al menos a mi me pasa, cada vez que encuentro a alguien conocido desde hace mucho pero con quien no he vuelto a verme en años me asombro de lo mal que le trata la vida por lo arrugado que está.

    En fin, cosas de la naturaleza humana.

    Qué gran escrito, lady_p.

    Saludos.

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