El prisionero

Willy, ‘cara de bueno’, consiguió engañar a todos menos a sí mismo.  No le había ido mal deambulando por los recodos de la maldad, al tiempo que pactaba con el demonio. Conseguir cuanto quería fue por encima de todo su objetivo: embustero, desleal, impostor e hipócrita, acusó, robó e inculpó falsamente a cuantos le estorbaron. Y aun así, cuando esperaba la condena en su celda y recibió la visita de su madre, el amor y la compasión que proyectaban sus ojos, atravesaron su corazón putrefacto, y apenas por un instante, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro…

©lady_p

Reto correspondiente al mes de octubre del “Blog de Lidia”