El encuentro

Puente De Carlos, Praga. Imagen: Internet

Siempre he creído que si nos encontrábamos algún día, me reconocerías. ¡Cómo olvidarnos! A pesar del tiempo y la distancia, tus ojos me revelarían tu rostro. Pero me equivoqué. El tiempo no pasa igual para todos y el mí se delatan los años. Por ti, en cambio, parece que no pasó el tiempo. Pero nada justifica que estuvieras a mi lado sin ni siquiera mirarme. Te encontré en Praga por casualidad. Ya ves, un viaje que me propuse hacer sola y allí estabas tú, en el Puente De Carlos, como un turista más haciendo fotos con el móvil. Te observé desde lejos entre aquellas piedras cargadas de historia. Te miré. Me acerqué. Estuve a tu lado. Cerca. Tan cerca que tú abrigo me rozó la mano. Estabas distraído mirando el gran río Moldava. Tus ojos no dejaban de enfocar el horizonte, apuntando fijamente hacia la Ciudad Vieja. Caminaste lento. Lo atravesaste de un extremo a otro. Yo me mantuve detrás de ti, a una prudente distancia, hasta que llegamos a la Torre. Entonces aceleraste el paso y te perdí entre una muchedumbre tan extraña como tú…   

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Convocatoria para «relatos de jueves»: ‘de puentes va la cosa’

Remembranza

Fotos: lady_p

Nada más cerrar el libro entorné los ojos y repetí las palabras recientemente leídas: «y el tren partió perdiéndose en una distancia que parecía infinita». Entonces repasé los instantes más felices de mi vida intentado esquivar cualquier atisbo de nostalgia. Recordé aquellos paseos por el andén de la vieja estación y sentí de nuevo nuestras manos entrelazadas en mi bolsillo. Evoqué la espera impaciente y el adiós pleno de esperanza. Comprendí que el tiempo había pasado demasiado rápido, que quedaba poco por recorrer y que mi último viaje estaba cerca. Y sonreí agradecida por tanto, aunque en realidad no lo fuera.

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Participación en la Semana 4 de Relatos en Cadena de la Cadena Ser.  

El experimento

Imagen: Internet

Se apresuraron con el martillo y los clavos. Cerraron herméticamente la caja. Un incesante y repetitivo parloteo escapaba por unas pequeñas hendiduras abiertas para la respiración. Nadie debería volver a ver aquel esperpento fruto de los experimentos de un científico loco, que jugando a ser dios, creó un abominable ser mitad loro mitad humano, condenado a la más absoluta soledad desde antes de su concepción. Y pasó el tiempo hasta que un día, un estruendo dentro del laboratorio alertó al personal. Cuando llegó, la caja, destrozada, llena de coloreadas plumas, indicaba que el engendro había escapado y circulaba fuera de control por la ciudad…Lo peor estaba por llegar.

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‘Relatos encadenados de la Cadena Ser’.

La noticia

Durante un segundo la noticia me entristeció. Vuestro sentido del humor me asusta. No tiene límites. La publicación de una falsa muerte en los periódicos locales escandalizó a una comunidad rural tan apegada a la tradición como a la superstición. Todos se llevaron las manos a la cabeza ante aquel suceso, aunque luego todos se alegraron, eso sí,  a escondidas y en silencio… Y nunca más se volvió a hablar de ello.  

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Participación en el reto “5 líneas”. Este viernes con las palabras: Segundo, vuestro y periódicos

Una noche en High Tower

Imagen: Blog, «Elbicnaranja»

Acepté la invitación para conocer el Castillo de High Tower, situado al norte de Escocia. Los invitados fuimos recibidos por un comité organizador que no escatimó detalles. Un lacayo con librea abría las puertas de los coches conforme llegaban. Otro, apostado en la puerta, saludaba mientras daba paso con exquisita corrección. Y ya en el interior un señor de mediana edad con traje y corbata, encargado de la visita, nos entregaba una carpeta con informaciones varias: un mapa de la zona, posibles itinerarios en los alrededores, dónde comer y una breve historia del castillo que contenía fabulosas ilustraciones del interior y de las vistas desde las altas torres. A continuación nos entregaron las llaves de las habitaciones que no iban enumeradas sino que tenían nombre alusivos a las diferentes partes del castillo: El Homenaje; Las caballerizas; La despensa; El paso de ronda o ‘Las mazmorras’, la mía…

Nada más entrar en la habitación me llamó la atención una enorme cama de madera con dosel. Me gustó tanto que de un salto me eché en ella y estiré los brazos y las piernas. Entonces apareció frente a mí un cuadro de grandes dimensiones en el que posaba una muchacha sobre una cama coronada por un fantástico tigre que, cual gárgola, la custodiaba al tiempo que lamía su cabeza con ojos desafiantes. Al fondo, un espejo reflejaba los muebles de esta misma habitación. Entonces  sentí un ligero escalofrío cuando me vino a la cabeza la imagen de aquel enorme felino, siendo retratado en este mismo lugar, en esta cama. Y reaccioné rechazando esa idea enfrascándome en la lectura de los folletos, a fin de conocer los orígenes y leyendas de aquella fortaleza.

Tras la cena y después de dar algunas vueltas, agitada por el viaje, me dormí profundamente. Recuerdo que tuve una pesadilla de la que intentaba salir. Y en esas estaba cuando un extraño sonido me sacó del letargo. Miré hacia el balcón y sobre las cortinas observé la sombra de un grotesco animal, semejante al tigre del cuadro, que se arrastraba y aproximaba hacia mí. Me quedé inmóvil. Tapé mi boca con una mano intentando que no se oyera la respiración. Apreté un almohadón sobre mi pecho para calmar los latidos acelerados de mi corazón, mientras seguía con la mirada el lento desplazamiento del animal que se movía sigiloso hasta que de repente se paró para tomar impulso y saltó sobre la cama… Dos segundos después lo tenía acurrucado a mi lado dócil y cariñoso…No era más que un precioso gato, agrandado por el juego de las sombras, que buscaba calor y cariño…

Cuando desperté ya se había marchado. Los recuerdos estaban borrosos en mi cabeza…Pero… ¡Oh noo! En el cuadro el tigre había desaparecido y en su lugar aparecía un dulce gatito que lamía sumiso la cabeza de la joven…

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P.D. Participación en el reto de los Viernes Creativos del blog “Elbicnaranja, Escribe fino”, esta vez bajo el título “Angustia”.

La Sibila…

Amalia, la Sibila, llevaba años dedicada a la quiromancia y a los oráculos. Sus manos perfectamente aseadas, colocaban delante de mí las cartas una a una según las sacaba de la baraja:

−El nueve: ‘la isla del tesoro’−dijo con voz firme.−Es una tortuga galápago que transporta una torre. La tortuga, con su caparazón, representa el paso lento del tiempo y la coraza que muchas personas llevan. La torre simboliza la fortaleza de tu corazón y cierta resistencia a la felicidad. Pero como buen leo, aunque algo cohibida, eres leal y sabes establecer tu prioridad. ¡Adelante! Ve tranquila, conseguirás tu propósito.  

P.D. Participación en Reto de septiembre en Escribir Jugando. Septiembre ’23 | El Blog de Lídia (lidiacastronavas.com).

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La sombra

Imagen: Internet

Del otoño se dice que es la fiesta del equilibrio, de los contrastes, de la recolección. La cultura popular reúne diferentes tradiciones que celebran los solsticios y los equinoccios. Por eso en el pueblo estos días se preparan para la fiesta. Los campos se han recolectado y los jóvenes han pisado las uvas. Ahora toca alegría y regocijo, dar gracias a dios por tantos bienes y reunirse para festejarlo…

Se me hacían raras estas costumbres porque yo venía de una gran ciudad en la que prima el anonimato y los vínculos de vecindad son inexistentes. Pero mi abuela se hacía muy mayor, por eso vine aquí a principios de verano, decidida a quedarme una temporada. Claro que mi interés se vio reforzado cuando me contaron una leyenda según la cual, durante el equinoccio, las sombras se revelan y tienes la oportunidad de vivir aventuras inolvidables. Primero solté una carcajada. Luego me excusé y pedí perdón por herir la sensibilidad de algunos ante las tradiciones. «Pero yo –les dije- necesito ver para creer». Y aquí estoy.

Los días van pasando serenos, esperando impaciente la famosa festividad, hasta que llegó el esperado día ‘d’. Aquella mañana nos fuimos a un prado y participamos de una comida colectiva. Después me marché a casa a descansar. Y al cabo de un buen rato, cuando pensé que ya estaría todo preparado, me dispuse a salir para conocer lo mejor de la fiesta. Pero el cielo está cubierto de nubes negras a punto de descargar: «No creo que las sombras aparezcan, la lluvia las borrará –pensé en tono burlón-». Me equivoqué. Aunque cayó un chaparrón, el sol lució el resto del día, y aunque yo no hacía más que mirar para un lado y otro, las dichosas sombras no aparecían…

Así transcurrió gran parte de la tarde hasta que, al atardecer, a punto de hacerse de noche y ya decidida a retirarme, convencida de que me habían tomado el pelo, me volví a casa y una vez delante de la puerta una sombra negra se presentó ante mí: sin duda era la sombra de mi abuela que, agachándose, cogió una pequeña rama y escribió en el suelo: «Déjate llevar y sígueme».

Entonces una sensación de escalofrío me recorrió el cuerpo. No podía negar la realidad, ahora la decisión era mía. A mi alrededor la gente corría, saltaba y bailaba a capricho de las sombras que los perseguían. Y sin embargo no había un atisbo de miedo o terror en el ambiente. Así que respiré hondo dispuesta a seguir a mi abuela a donde quiera que decidiera llevarme. Le dije: «vale abuela, aquí me tienes, iré dónde me lleves». Ella extendió los brazos, al tiempo que abría una enorme capa que nos cubrió a las dos y de repente dejé de notar el suelo bajo mis pies. Un instante después aparecimos ante la ventana de una casa, y a través de ella podía ver a un bebé jugando en el regazo de un hombre en el que reconocí a mi padre: «Eres tú unos meses después de nacer y ésta era tu casa». Esbocé una sonrisa que de inmediato se borró cuando comprobé que mi sombra y la de mi padre campaban a sus anchas por aquella estancia. «Tu madre no quiso que vivir aquí, porque no tenía sombra».

Entonces me di cuenta de que aquella casa era la de mi abuela, la misma en que ahora vivía. Ella, como intuyendo mi pensamiento me dijo: «Sí. Esta era mi casa y tú te quedaste conmigo unos años». Entonces abrió la puerta. Entramos y me condujo hacia un sótano que yo no sabía que existía. Cuando llegamos y encendió la luz, descubrí una enorme mesa llena de tubos de ensayos y probetas burbujeantes que exhalaban una especie de humo blanco. Detrás, una estantería llena de material químico, botes, botellas, tarros varios. Y entonces me oí decir: «¿Eras una bruja?» «¡Jajaja! Mejor aún -me contestó- esto que ves es alquimia pura. Sus saberes fueron conservados por mis antepasados y transmitidos de generación en generación. No buscamos la piedra filosofal sino cómo curar el cuerpo y tranquilizar el alma, proporcionando paz y bienestar a nuestros seres queridos y a nuestros vecinos. Y tú y tu sombra fuisteis elegidas durante la niñez para continuar la labor de tus ancestros. ¿Aceptas el reto?». Y llevada por la emoción dije que sí. Entonces abrió un grueso libro que permanecía apoyado sobre un atril, buscó entre las páginas empolvadas hasta que llegó al juramento: «Levanta tu mano izquierda, la del corazón, y repite conmigo…». Pero yo no podía levantarla por más esfuerzos que hacía. Tiraba y tiraba para alzarla, sentí un extraño olor y algo flácido y blando parecía pegado a mi cara…

De repente abrí los ojos y me encontré cara a cara con mi perra que estaba sobre mí lamiéndome, al tiempo que mi abuela entraba con una bandeja que portaba el desayuno. La abracé fuerte contra mí y le pregunté muy seria: «¿Abuela esta casa tiene sótano?».

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Palabras claves: otoño, equinoccio, sueño, sombras.

Participación «Reto creativo: Equinocio de otoño»

La caja

Imagen: Internet

Como cada mañana al amanecer, salí a caminar a esa parte de la ciudad que limita con el mar. Durante el trayecto me tropecé con algunos comerciantes madrugadores dirigiéndose a sus comercios, dispuestos a iniciar una nueva jornada. El kiosquero ordenaba la prensa del día; algunos camiones surtían a los bares de refrescos y cervezas; el panadero entregaba las barras en la panadería…Poco a poco la ciudad se despertaba y cobraba vida a mi paso. Fue entonces, justo al atravesar la avenida que da acceso al paseo marítimo, cuando encontré, en medio de la acera, una caja mediana envuelta con papel de embalar y atada a una cuerda.  Sin dirección ni remite, sólo aparecía una frase escrita en mayúsculas con rotulador rojo: «SI ME ENCUENTRAS ÁBREME».

Leí varias veces aquel mensaje y pensé que sería una broma. Que alguien me estaría grabando para un programa y que, seguramente, no sería la primera en caer. Miré a mí alrededor varias veces y no vi a nadie. La caja apenas pesaba. Debía contener algo pequeño según deduje cuando la agité. Caminé unos metros con ella bajo el brazo pensando si abrirla o dejarla donde estaba. Barajé varias posibilidades: ¿Y si era un explosivo? Pero no, ya habría estallado. ¿Un objeto precioso? No me interesan las joyas ni los brillantes. ¿Un móvil al que alguien llamaría para darme instrucciones? Paso de verme envuelta en una situación peligrosa. ¿Una cinta de vídeo? ¡Qué horror! Podría tratarse de un asesino que me amenaza ¿Y si fuera un USB? Podrían ser documentos secretos robados a otro país por algún espía que los ha fotografiado y no sabe cómo hacerlos llegar al Gobierno. O peor aún ¿y si se tratara de un captor que tiene a una víctima secuestrada y quiere pedir rescate? Si la abro quien sabe si podría salvarla, sería una buena acción y me haría famosa…

Seguí caminando cada vez más convencida de la conveniencia de abrirla y salir de dudas. Caminé hacia un banco para sentarme. Luego apreté entre mis dedos el cabo de la cuerda dispuesta a tirar y respiré hondo…Entonces una ráfaga de aire seguida de una sombra pasó veloz delante de mí y en un segundo me arrebató la caja de las manos. Me quedé inmóvil. Volví la mirada y un chico con monopatín se perdía en el horizonte del paseo sin que yo pudiera hacer nada para detenerlo…

PD. Primer reto de microrrelatos organizado por la Universidad Popular y el Ayuntamiento de Cáceres.

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La víspera

Imagen: Internet

Bien sabe dios que viajar me apasiona, pero la idea de regresar dónde todo sucedió me inquieta. La ciudad es amable al igual que su gente, pero sé que se removerán los recuerdos. Hace diez años que no he vuelto ¿Qué sentiré una vez llegue? Tengo ganas de ir para afrontar. Tengo ganas de pensar el lugar desde otra óptica, superponiendo recuerdos, anécdotas, experiencias. Desligar ese lugar de ti. Por eso lo primero que haré será pasar por aquel restaurante donde fuimos la primera vez. Dicen que se ha renovado, pero conservará la esencia, el ambiente. Me recuerdo allí sentada en una mesa frente a la barra, a la derecha, nada más entrar. Tú me dabas la espalda mientras pedías dos copas de vino al camarero. Brindamos por nosotros y porque aquellos días fueran inolvidables y lo fueron. No sé qué ropa llevarme. Intentaré ser práctica y escoger lo más cómodo. Aunque seguro que me sobra, como siempre. ¡Ah! No me puedo olvidar el chubasquero, es posible que llueva. Aquel día llovió y nos pusimos como una sopa. No encontrábamos un portal libre para meternos. Era fiesta y todo el mundo salió a la calle. Al final decidimos dejar de correr o andar en fila bajo una cornisa y simplemente caminamos. Un rato después el sol nos había secado la ropa. Nunca disfruté tanto de la lluvia, ni cuando era pequeña y mi madre me obligaba a ponerme el impermeable con la capucha. Nada más salir de casa me la quitaba y metía las botas de agua en todos los charcos hasta sentir la humedad en los pies. He perdonado que te fueras y que me dejaras, pero olvido cómo, ni que no me dijeras por qué. Es imposible. No te odio pero ya no te quiero y eso me libera. Llevaré también el cuaderno de viaje. Genio y figura. Mi primer cuaderno lo tuve cuando fui por primera vez a Madrid con mis padres tendría yo doce años. Era un pequeño bloc de hojas de cuadritos, con pastas azules y espiral. Luego me volví más selecta, hasta que descubrí los ‘moleskine’, actualmente mis favoritos. Los nuestros los quemé. Más que cuadernos de viaje eran diarios escritos a dos manos, como una partitura interpretada a dos voces. Cada uno escribía unos párrafos y luego los leíamos juntos. Un relato consensuado, compartido entre besos y risas que nunca más ha sido. La maleta ya está. Intentaré descansar. Mañana será otro día…

Este relato responde a la invitación de Merche y su blog «Literature and Fantasy», que propone un nuevo reto este mes. Esta vez el tema propuesto son los viajes, puede ser también un viaje interior, preparación del viaje, una escena ocurrida en un viaje, una agencia de viajes…,

https://literatureandfantasy.blogspot.com/2023/08/el-reto-del-microteatro-septiembre.html?sc=1693597363195#c8889535062782844910

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El folio en blanco

Imagen:Internet

Aquejada por el síndrome del ’folio en blanco’, no me daba por vencida y me sentaba cada día a escribir con la esperanza de que llegara alguna Musa, hada o duende que me soplara al oído o me insuflara algunas palabras que me sirvieran de inspiración. Pero los días pasaban sin que pudiera hacer otra cosa que no fuera lamentarme. Recordaba con nostalgia aquellos días en que sentada frente al ordenador mis dedos revoloteaban sobre el teclado y las palabras se tropezaban en mi cabeza queriendo ser las primeras en salir. Fue entonces cuando desde la nave nodriza, apodada ‘el tintero de oro’, recibí un mensaje invitándome ‘a pedir un deseo que vería escrito en forma de sortilegio”. Desesperada acepté al instante. Justo en ese momento un sobre color azul apareció en la pantalla del ordenador, giraba y hacía piruetas hasta que detuvo. Entonces se levantó la solapa y de sus entrañas salió un trozo de papel en el que aparecía escrito: «si la Musa no te inspira, acude a la adivina. Inspira tres veces seguidas mientras repites este encantamiento y al instante notaras sus naturales efectos…»

Y así lo hice. Enseguida sentí un ligero cosquilleo y una extraña necesidad de estirar los dedos que comenzaron a moverse sobre las teclas mientras una lluvia de ideas inundó mi cabeza. Entonces escribí y escribí sin poder detenerme hasta que, finalmente, los dedos se detuvieron y me di cuenta que éste era el texto resultado de aquella extraña experiencia.

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Participación en el ‘desafío de microrrelatos’ el ‘Tintero de Oro’