El circo

Concurso mensual de microrrelatos organizado por Capital Radio y Fundae. Este mes de abril la frase que debe incluirse es: ‘salud y talento’.

A pesar de su enfermedad, Olivia ensayaba sin cesar en el desván de su casa. Soñaba con llegar a ser una gran malabarista y lanzaba al aire todo aquello que caía en sus manos: pelotas, naranjas, botellas…

Una mañana escuchó que una farándula había llegado a la ciudad y que una cabalgata recorría las calles anunciándose. Rápidamente salió con sus mazas y se mezcló con ellos, los acompañó e interactuó con la gente del circo que aplaudía su actuación. Un sueño hecho realidad.

Los vecinos la miraban asombrados mientras pensaban: puede que le falte salud y talento pero no voluntad.

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El último viaje

Desde el blog ‘Acervo de letras’ el Vadereto de este mes de abril nos invitan a escribir sobre una ‘vigilia noctámbula: misterio, terror, suspense…’

Viajaban de noche. Habían decidido hacerlo así cuando los viajes eran largos porque él se ponías histérico escuchando a su hijo preguntar cada cinco minutos que cuánto faltaba para llegar.

El día anterior Amanda y Pablo intentaban descansar lo más posible. Preparaban el asiento de atrás como una cama, con sábanas y una almohada para que el pequeño descansara a pierna suelta. Y justo cuando se dormía, a la hora de siempre, lo metían en el coche y el viaje comenzaba.

El primer tramo era sencillo, por eso retrasan lo más posible la primera parada que solía llegar al primer bostezo. Entonces sacaban el termo y pequeños bocaditos para acompañar. La autovía era toda suya. No encontraban un alma a excepción de algún que otro camión. Iban tranquilos charlando y mirando al niño de vez en cuando. Nada ni nadie podía imaginar lo que les esperaba.

Llevaban cuatro horas de camino cuando Amanda lo relevó al volante. Salían de una gasolinera y cuando se incorporó a la  vía, unas luces que venían de frente, la deslumbraron. Amanda aminoró la marcha e intentó echarse a un lado pero fue imposible esquivar el golpe de cola de un enorme tráiler que perdió el control y el coche fue arrojado con fuerza hacia un terreno poblado de árboles cercana a un área de servicio.

Todo sucedió muy rápido. Cuando Pablo abrió los ojos, miró a Amanda y vio el asiento vacío. Ella había salido despedida atravesando la luna delantera. El único faro que permanecía encendido, entre un amasijo de hierros, iluminaba su cuerpo boca abajo a tres metros del coche. Luego se volvió y miró a su hijo.  Había caído detrás de tu asiento. No se movía.

Instintivamente comprobó que no estaba herido. Ni un rasguño. Podía mover las piernas y los brazos, aunque resultaba imposible salir porque la puerta estaba atascada. La empujó varias veces con el hombro hasta que comenzó a ceder. A continuación se apoyó en el asiento de al lado para poder levantar las piernas y de una patada abrirla. Salió fuera. Se sentía mareado, aturdido. Corrió hacia Amanda. Recordó por las películas que es mejor no mover el cuerpo. Así que se limitó a comprobar si respiraba. Le pareció que sí. Luego sacó al niño y lo colocó junto a su madre.

Y entonces unas potentes luces alumbraron el lugar. Pensó que eran los faros de un camión que había parado. Vio acercarse a dos hombres. Divisaba sus siluetas negras a contraluz entre los árboles y comenzó a gritar: «¡Aquí, aquí! ¡Ayuda por favor!».

Cuando se acercaron les pidió que llamaran a una ambulancia. Se vino abajo y lloró. Gritó considerando que su hijo y su mujer habían muerto. Los hombres, se acercaron y le dijeron: «Despídete, te tienes que venir con nosotros. Ellos sí están vivos».

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Mejor sin ti

El reto de ‘Cinco Líneas de Adella Brac’, este mes de abril nos invita a escribir con las palabras: mitos, muchos y punto.

No sé cuántos mitos había escuchado. Todos hablaban de heroicidad e imaginé que pronosticaban su valentía, su entereza. Seguramente fueron muchos. Pero llegado el momento le vi cobarde, miedoso y pusilánime. Todo en él era papel mojado. Milongas. Palabras que se llevó el viento en un instante. Estaré mejor sin ti, sin duda, aunque ahora no lo vea, aunque me duela. Estaré mejor sin ti. Y punto.  

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Buena presencia

Participación en el concurso mensual sobre abogados, este mes de abril deben incluirse las palabras: Razonar, formación, confesión, manido, primavera.

Intentaba razonar con mi cliente, una persona sin formación aunque su confesión parecía creíble. Se presentó en mi despacho con un traje manido, más propio de un mendigo o indigente. Ni siquiera se había afeitado y mostraba una barba oscura de varios días. Le hice una observación sobre la importancia de la buena presencia, explicándole que en un juicio todo es tenido en cuenta. Él bajó la mirada un tanto desconcertado y a continuación me explicó que no tenía otro atuendo mejor para una ocasión como esta y que cambiaba su look en primavera. «Bien» le dije. «Para esa fecha será el juicio».

Llegado el día cambió el vestuario y se rasuró la barba. Ahora lucía una camisa floreada que le infundía un aire más jovial y fresco. Pero no ganamos el litigio. Tal y como le había dicho, en un juicio todo es tenido en cuenta…

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Justicia

En la convocatoria del mes de abril ‘Escribir jugando desde el blog de lidia’ se nos invita a escribir sobre un nuevo desafía: descúbrelo.

El caballero se quitó la loriga y extrajo del interior una pluma de ave, símbolo del amor. Pidió al rey un juicio justo que le hiciera merecedor de su confianza y le concediera la mano de su hija por méritos propios. El desafío era que la pluma pesara más que una misteriosa bolsa, cuyo interior guardaba uno de los tesoros más preciado para el Rey.

Todos pensaron que el caballero no superaría aquella prueba. Pero cuando observaron la inclinación de la balanza todos gritaron: «¡Ohhh!» Entonces alguien preguntó: «¿Qué contiene la bolsa majestad?» Y el rey contestó contundente: «Lealtad».

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El autobús

Microrrelato para la ‘Fundación Cinco Palabras’, este mes de abril propuestas por Rafael Lobeto Lobo: vida, mar, océanos, arte y salvamento.

Mi vida transcurría en un mar de dudas, navegando en océanos de palabras malditas que me impidieron conocer el arte del buen amor. La maldición parecía haberse transmitido por línea materna: de mi abuela a mi madre y de ella a mí. Me preguntaba a diario si no habría alguna pócima que rompiera el hechizo, aquel mal de ojo que se sucedía en el tiempo, generación tras generación. El salvamento llegó el día que decidí subirme a aquel autobús que me llevaría a ninguna parte. Y nunca más volví a mirar atrás.  

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La despedida

Esta semana desde el Blog Escribe fino, en la convocatoria para ‘Viernes Creativo’, se nos invita a escribir sobre ‘la despedida’, inspirándonos en esta foto de Carole Bellaiche.
Fotografía de Carole Bellaiche

Ya sé que no te gustan las despedidas. Tampoco a mí me resulta fácil decirte adiós. Pero estoy convencido que será lo mejor para ambos. Continuar sólo representa una fuente de sufrimiento y de frustración. Y estoy cansado de esperar inútilmente.

Recuerdo la primera vez que te vi hace ya muchos años. Entonces tenías el pelo corto y la mirada inocente. ¡Éramos tan jóvenes! Sobre todo tú. Cuando me miraste encontré dolor dentro de ti. Luego supe que era verdad, que sufrías, que tu vida no era fácil y creí que era yo quien debía redimirte. Y sí, primero te salvé pero después te perdí.

Pasó el tiempo y vinieron muchas dificultades que afrontamos juntos hasta conseguir capear el temporal. Juntos logramos arrancar las malas hierbas de tu alma. Rescatar lo mejor de nosotros mismos para ofrecérnoslo y compartirlo. Yo tenía una fe ciega en ti y no supe ver lo que se avecinaba. Y tú te fuiste apartando poco a poco, te alejaste de mí sin que nada pudiera hacer para retenerte. Al final te dejé ir, aunque siempre pudiste contar conmigo y siempre estuve cerca cuando me necesitaste.

Pero ya no quiero estar. Es hora de caminar separados. De coger las riendas de tu vida y afrontar tu sola tu propia realidad. No me busques, no me llames, no me escribas. Ya no quiero saber de ti. Te lo digo porque es lo que grita mi corazón aunque sin acritud, sin rencor ni hosquedad.  

Espero que pienses en mí con la misma gratitud que yo lo hago. Te deseo una vida plena de momentos felices, de instante fugaces de alegría, de oportunidades y ocasiones que te proporcionen todo el bienestar que mereces…

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La entrevista

En ‘Relatos Jueveros’ desde el Blog ‘Neogéminis’ se nos invita a un nuevo reto: escribir una historia en la que la incomodidad forme parte del nudo del asunto.

Miki era tartamudo. Fuimos compañeros en el colegio y después en el instituto. Era un chaval estupendo pero su tartamudez me hacía sentir tremendamente incómoda. Recuerdo que lo pasaba muy mal cuando se atascaba. Me ponía nerviosa. Me aceleraba y tendía a completar sus frases. Era un chico inseguro y tímido, consciente de su dificultad para construir palabras y enlazarlas de corrido.

Pues bien, han pasado treinta años y Miki –Miguel Aguirre- es ahora un escritor reconocido, con algún que otro premio a sus espaldas. Escribe cuentos y relatos infantiles y el periódico me ha concedido el honor de entrevistarle.

Al principio, cuando me asignaron esta tarea, no sabía que era él. Pero recopilando información enseguida lo reconocí. Recordaba que se sentaba a mi lado en clase. Pero su continuo balbuceo se convirtió en una barrera insalvable para mí y me distancié.  

El caso es que tenía que volver a verlo. Peor aún. Tenía que entrevistarlo y no había manera de eludir aquel encuentro. Así que lo llamé por teléfono para quedar. Primero me presenté y luego le comenté que habíamos sido compañeros. Él contestó a todo con escuetos monosílabos o frases cortas. Y quedamos para el día siguiente en la cafetería del periódico.

A las 12.00 en punto un hombre alto y fornido me esperaba en la puerta. ¡Quién lo iba a decir! Aquel chico larguirucho, delgado y con espinillas en la cara, era un hombre atractivo, con un excelente aspecto. Intenté estar relajada y recordar que la tartamudez no estaba reñida con su brillantez como escritor.

Para mi sorpresa Miguel Aguirre, Miki, se expresaba apenas sin tropiezos. Me contó cómo fueron sus comienzos y lo terapéutico que había resultado escribir para niños, relacionarse con ellos. Su inocencia e ingenuidad le transmitieron seguridad y confianza. Me contó que toda la fluidez que le falta al hablar le sobraba al escribir. Que el silencio y la soledad de la adolescencia se convirtieron en espacios increíblemente creativos, pues gran parte de su obra la concibió en esa etapa.

La entrevista fue un éxito en lo profesional y todo un logro en lo personal. Recibí una gran lección de resiliencia y superación. Y aquella sensación de incomodidad que sentía ante su presencia se desvaneció para siempre.

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Donde hubo…

XXXVII EDICIÓN DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS DE RADIO TV LAVAPIÉS. La última ganadora, Aurora Rapún , nos propone una temática muy sugerente y abierta a la imaginación: FUEGO.

De repente nada era como antes. Algunos gestos habían desaparecido entre nosotros, y aún sin saber bien lo que pasaba, sentía que ya no había complicidad y que su pasión se ahogaba a fuego lento. Que su mirada fogosa, que antes lanzaba llamas de pasión, ahora se tornaba recia, fría y distante. Que el fuego de sus ojos parecía haberse extinguido sin que ya nada se pudiera hacer. Que sus palabras carecían del mismo tono y de un único significado, que ya no eran sino un fuego amigo, unidireccional, autónomo, lejos de aquella reciprocidad esperanzadora y esperanzada. Y entonces lo comprendí: donde hubo fuego no siempre quedan rescoldos.

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Fallo visual

el concurso de microrrelatos de la cadena ser ‘relatos en cadena’ en su semana 22 nos invita a escribir 100 palabras que comiencen con la frase: desbordado de negativos defectuosos...

Desbordado de negativos defectuosos, pensé que la fotografía no era lo mío. Lo había intentado en repetidas ocasiones pero unas veces fallaba el encuadre, otras la perspectiva, eso cuando no inclinaba el horizonte. Ni siquiera las líneas guías me servían para orientarme. Me llovían las críticas cuando colgaba una de mis fotos en cualquier foro. Y me preguntaba por qué fallaba tanto cuando, hoy por hoy, cualquiera hace una buena foto simplemente con un teléfono móvil. Entonces mi amigo Raúl sentenció: «¿Y si te revisas la vista?». Y ¡voila! Mano de santo…

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