El trébol

Desde la fundación cinco palabras, amaia nos invita a escribir el micro de este mes con las palabras: extintor,bailar, palo, cordón y trébol.
Amaia

Desde que presencié aquel incendio, allá donde voy necesito localizar algún extintor. Y en esta discoteca lo vi nada más entrar. Un instante después comencé a bailar recorriendo la pista de un extremo a otro: salsa, merengue, reggaetón… No me dio palo que todos me miraran mientras me ataba el cordón que casi me hace tropezar y perder el equilibrio. La noche fue divertida y bailona. Salí al amanecer, y de camino a casa, un trébol de cuatro hojas crecido al pie de la carretera, salió a mi encuentro. Entonces pensé: «hoy puede ser un gran día, duro con él».

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Mala fe

Microrrelato ganador del mes de febrero del Concurso de Microrrelatos sobre Talento convocado por Capital Radio-Fundae. La frase a incluir en el texto: ‘quiso robar su talento…’

Carlota tenía dotes naturales para la música y desde pequeña se mostró una virtuosa del violín. Su hermano Leo, en cambio, era un inepto. Pronto las habilidades de su hermana despertaron unos celos enfermizos que manifestaba en forma de pequeñas trastadas. Pero el día del debut en el teatro, quiso robar su talento y para ello, justo antes de la actuación, cortó una cuerda al violín.

Cuando Carlota salió al escenario y comprobó lo sucedido, lejos de amilanarse aceptó el reto y ejecutó la pieza magistralmente, con precisión, mientras con una sarcástica sonrisa miraba fijamente a su hermano…

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Mirando al futuro

Participación en el consurso convocado por, Libros.com  e inspirado en Virginia Woolf: Un día en «Una habitación propia»: Inspirado en el ensayo de Woolf, narra un día en la vida de una mujer que ha encontrado ese espacio literal o metafórico que le permite crear, pensar y ser.

Hoy me desperté pensando en las mujeres de las futuras generaciones, en las que vendrán después de mí, en cómo vivirán y qué será de mi legado. Y dejándome llevar por esta idea les escribo cómo si ya pudieran leerme…  

El traslado a Bloomsbury desde nuestro elegante barrio de Kensington, me ha devuelto una sensación de paz desconocida hasta ahora. A pesar de ser ésta una casa más modesta y bohemia, puedo disfrutar de un espacio amplio, con chimenea y un ventanal desde que el que se domina el bosque y el rio Ouse. Tal y como he venido defendiendo, toda mujer que quiera ser escritora debe gozar de independencia económica y personal, y por ello disfrutar de una ‘habitación propia’ como espacio físico y metafórico para crear e imaginar libre de tutelas. Yo lo necesito. Todas lo necesitamos.

No desmerezco a ninguna, pero las mujeres también debemos contribuir al progreso y a la cultura. Más allá de ser esposas y madres queremos colaborar en la economía y desarrollar una labor intelectual. Y para ello hemos de contar con cierta independencia, tener un trabajo remunerado en igualdad de condiciones que los hombres. ¿Acaso no somos tan inteligente, y en ocasiones, hasta  más que ellos? Esto llegará con el tiempo, vosotras lo tendréis más fácil.

Respecto a mi legado os diré que cuando escribí «La señora Dalloway» explicité un modelo de vida típico de una dama londinense cuyos días transcurren entre las fiestas de la alta sociedad. En aquel entonces todos estábamos hambrientos de relaciones y bailes después de la gran guerra. Quise exponer el papel desempeñado por la esposa de un parlamentario y aproveché el contexto de las numerosas reuniones habitualmente celebradas, para expresar mis opiniones sobre política, feminismo o economía. Las mujeres necesitamos ser oídas y una escritora expresa sus ideas y pensamientos a través de sus múltiples personajes, de manera que hablé por boca de Carissa como también lo hice con Orlando.

Si os preguntáis si estoy orgullosa de haber escrito Orlando, os diré que sí, que lo estoy. Sé que representó un escándalo el que un joven aristócrata, rico y seductor se hiciera mujer. Algunos amigos me advirtieron sobre las posibles consecuencias y las habladurías a las que daría pie. Pero no me importó. Recuerdo que de vez en cuando me sentía frágil o abatida. Pasaba días encerrada en mi habitación sin comer. Todos se preocupaban y me preparaban deliciosos manjares que apenas atravesaban mi garganta vomitaba. Pero cuando mejoraba, Orlando me divertía y a través de él dejé volar mi imaginación y canalicé mi auténtica identidad, pues mi matrimonio con Leonard en realidad ha ocultado un amor apasionado por Vita, la mujer de mi vida.

Os escribo ante la ventana, mientras observo las mansas aguas de río Ouse. Confío en dejaros un mundo mejor y más libre. ¡Disfrutadlo! 

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Salvamento

Concurso mensual de microrrelatos organizado por Capital Radio y Fundae. Este mes de marzo la frase que debe incluirse es: «Ahogado por su talento…”.

Carlos no sabía dónde acudir. Su habilidad para sortear situaciones difíciles era harto conocida pero esta vez, ahogado por su talento, apenas daba más de sí. Había salvado a todos cuantos estaban en su compartimento aunque, la gente del vagón incendiado gritaba a su alrededor pidiendo socorro y las llamas parecían cada vez más cerca. Entones, en un alarde de valentía, se envolvió en una manta mojada con una botella de agua y se sumergió en aquel mar de fuego. Pasados unos segundos apareció con un bebé que entregó alzando los brazos mientras caía al suelo exhalando el último aliento.  

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La visita

Con motivo del 8 de Marzo, Ludus convoca un concurso inspirado en Virginia Woolf: Un día en «Una habitación propia»: el ensayo de Woolf, narra un día en la vida de una mujer que ha encontrado ese espacio literal o metafórico que le permite crear, pensar y ser.
Fotografía: Internet

Desde que llegamos a esta nueva casa paso horas encerrada en este lugar, en esta habitación propia que tanto he defendido. Cierro la puerta y siento que levanto una enorme barricada para defenderme del exterior, del ruido, de las voces, de las risas, de todo aquello que distrae mi atención. Fuera de aquí todo me es hostil tanto en cuanto atenta contra mi inspiración, contra mis ideas, las mismas que apenas puedo compartir con mis amigos que, de vez en cuando vienen a verme. Son conscientes de que me interrumpen pero yo les ánimo a hacerlo porque con ellos puedo debatir y confrontar. Ellos vienen de fuera de este mundo en el que vivo, apartada en esta nueva casa rodeada de bosques y cercana a un río, al rumor de cuyas aguas me duermo cada noche y despierto cada día.

Hoy vendrá Lytton Strachey o eso me decía en su última carta. Hace casi un año que no nos vemos porque estuvo de viaje. Sus historias sobre la reina Victoria me resultan apasionantes y es un privilegio conocerlas de primera mano, mientras escribe su biografía. Seguramente acabaremos hablando de Orlando y de Vita. Y él mostrará su apoyo incondicional hacia Leonard, mi paciente esposo, al tiempo que se interesará por mi próximo viaje y sobre todo querrá saber si me reuniré con ella, dónde, cuándo y por qué razón continúa siendo mi amante. Le cuesta entender por qué la amo.

Supongo que esta habitación le parecerá insuficiente para mí. Esta nueva residencia en Bloomsbury  es bastante más modesta y los espacios, en general, más reducidos. Discutiremos sobre si una escritora como yo necesita más muebles, más luz, más calor o simplemente todo depende de la inspiración. Y a este respecto, he de reconocer que las musas aquí no se desenvuelven mal.

Será por eso, porque viene Strachey, que me siento pletórica después de varios días abatida y triste. Leonard se alegra también porque sabe que constituye una fuente de alegría. Con frecuencia me dice que me cambia la cara y el carácter cuando Lytton viene a verme. Siente celos porque no es él quien me proporciona ese gesto feliz. Dice que estoy acostumbrada a su presencia aunque, a decir verdad, en realidad su presencia es puramente física. A él no le pienso y casi no puedo sentirle, aunque le tengo un grandísimo afecto. Aún así, reconozco que la visita de mi amigo me templa el ánimo y sus noticias y rumores sociales londinenses me dejan muy buen sabor y ganas de que vuelva otra vez.

Los días pasan despacio aquí, apartada de la ciudad, lejos del mundanal ruido, arropada por la naturaleza y ese silencio que solo se rompe con el canto de los pájaros, las pisadas sobre la hierba o el crujido de las hojas secas en invierno.

Ya llega. Oigo su voz y escucho sus pasos subiendo la escalera…Ya está aquí…

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Quid pro quo

participación en el consurso mensual sobre abogados, este mes hay que incluir las palabras Declaración, mujer, creer, equidad y rechazada.

Imagen: Internet

Regresé al bufete para revisar la declaración. Aquella mujer no mentía aunque nadie pudiera creer que no fuera culpable. La verdad es que no tuvo alternativa, era ella o él. Cualquiera en su lugar hubiera actuado igual y ser un peso pesado del mundillo del cine no otorga ningún derecho extra. No obstante, a primera vista, parece suficiente para que su relato fuera bien visto por simpatizantes varios y ella rechazada por su aspecto.

El día que tocó impartir justicia, los jueces actuaron con equidad, rectitud y objetividad. Los implicados expusieron su versión de los hechos y aquellos señalaron penas y sanciones acordes a la ley. Y si bien es cierto que ella intentó matarlo, también lo es que él atentó contra uno de los valores fundamentales de la condición humana: la dignidad. Al final todo quedó en quid pro quo...

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Fantasía

Imagen: Internet

Cada día veo pasar los barcos desde la ventana de la oficina. El gran ventanal parece un cuadro y yo lo miro anhelando hacer un poco de magia, la justa para  encontrarme en su proa degustando una taza de café, sentado junto a una mujer interesante y atractiva. La misma que me ignora a sabiendas que bebo los vientos por ella y al mismo tiempo me invita a visitarla cada día con claras intenciones: «Alberto venga usted a mi despecho para que le dicte…» 

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Participación en “Fundación Cinco Palabras” este mes por invitación de Paff que nos anima con estas cinco: Barcos, oficina, magia, café y mujer.

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La viva imagen de papá

Se llama Juan, como papá… Comentaba la señora orgullosa mientras el pequeño teckel movía la cola y levantaba las patitas. Es que me recuerda mucho a mi padre –explicaba-. Es bajito, regordete y rubio. Y tiene la misma costumbre: comer rápido y echarse en la butaca a dormir el resto del día. Para colmo no soporta que nadie se acerque demasiado o intente acariciarle, y mucho menos besarle. Cuando esto sucede mi padre protesta y Juan gruñe una y otra vez. Lo dicho: es la viva imagen de papá…

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Participación en Relatos en cadena. Semana 16. La frase de inicio para los microrrelatos de esta ronda es: Se llama Juan, como papá…

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El trato

Posiblemente alguna vez, todos nos hemos planteado vender el alma a cambio de algún imposible. Dicen que el diablo no descansa y cuando la vida nos lleva a situaciones límites, estos seres demoníacos abren la puja y esperan pacientes a que aceptemos un pacto.

Esto es lo que pasó cuando Amanda creyó que llegaba su hora. Había nacido con una cardiopatía y llevaba años de hospital en hospital, de tratamiento en tratamiento. Pero nada daba resultado. Necesitaba un trasplante. La enfermedad le había robado la infancia y la juventud, siempre enferma e ingresada. Tenía veintiocho años y ni siquiera había podido hacer el amor. Pero aquella última vez tenía mala pinta. Los médicos se reunieron y le trasladaron la gravedad de la situación: no podían hacer nada más y si en el plazo de unos poco días no aparecía un donante compatible, moriría.

Esa era la cruda realidad: alguien debía morir para que ella pusiera seguir viviendo.

La incertidumbre la devoraba. Se sentía desesperada e impotente, obligada a esperar fuera cual fuera el desenlace. Cuando las fuerzas se lo permitían daba un pequeño paseo por la planta y miraba a los otros enfermos deseando, sin querer, que alguno compatible muriera para que su corazón fuera a parar a su pecho. Se avergonzaba de aquellos crueles pensamientos. Se arrepentía y le producía un gran dolor.

Dicen que los hospitales están habitados por espíritus buenos y malos porque la muerte ronda a todas horas. Será por eso que una noche Amanda escuchó una voz en su interior animándola a acelerar la muerte de una de aquellas personas cuyas vidas pendían de un hilo, asegurándole que el paciente de la habitación 503 tenía un corazón compatible para ella. La voz le hablaba con claridad en su cabeza, explicándole que aquella persona no sobreviviría, que sólo se trataba de precipitar el proceso y evitarle así mayor sufrimiento. Aquel paciente era su salvoconducto.

Amanda paseaba despacio por aquel corredor de la muerte ensimismada, mientras escuchaba las instrucciones que aquella voz interior le proporcionaba: «Para poner en marcha el proceso sólo tienes que colocarte junto a la cama del enfermo y repetir tres veces: ‘Vendo mi alma’, ‘Vendo mi alma’, ‘Vendo mi alma’ y el pacto estará sellado».

Miraba los números de las habitaciones viendo cómo se acercaba lentamente a la 503 ocupada por un joven de veinte años que había sufrido un grave accidente y cuyos padres habían comunicado al hospital su deseo de donar los órganos. Caminada mientras las lágrimas descendían por su mejilla y apretaba los puños dentro del bolsillo. Una vez llegó a la puerta, entró y se colocó al lado de la cama. El joven estaba sólo y parecía dormido, entubado y rodeado de aparatos. Amanda cerró los ojos un instante y cuando los abrió se escuchó decir en voz baja: «Perdóname». Luego tragó saliva. Un sabor amargo le impregnó la boca y a continuación se dispuso a repetir: ‘Vendo mi alma’, ‘Ven…’ El ritual se vio interrumpido y en ese preciso instante sintió que una mano la cogía fuertemente por el codo. Ella se volvió sorprendida y asustada mientras su padre sonriente le decía: ¡Tenemos un donante! ¡Tenemos un donante!

Amanda, inexpresiva, aturdida y sin poder reaccionar, se volvió hacia aquel chico que yacía inmóvil en la cama, le besó en la frente y se marchó. La pesadilla se había terminado y las voces no le hablaron nunca más.

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ENERO/2024 

Participación en el Grupo de Facebook ‘Escritura Creativa Cuatro Hojas’ esta semana dedicada al tema: Vendo mi alma.

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El ‘vivero’

Imagen: Internet

Hacía más de un año que estaba en coma. Como era un vegetal fui a parar a la planta del hospital conocida como ‘el vivero’. Una sala enorme dónde sólo escuchaba latidos artificiales y respiradores. Y allí me aparcaron con el resto del personal…

Pensé que moriría no ya de la enfermedad sino de aburrimiento. Hasta que mi compañero de al lado me habló mentalmente diciendo: «Tu espíritu es libre. Déjalo ir».

De repente me encontré levitando con los demás espectros. Dejé mi cuerpo enfermo en la cama y marchamos en busca de aventuras. El hospital era un hervidero de vidas paralelas en un mundo ajeno a la enfermedad. Exploré aquella otra vida hasta el límite. Y, finalmente, me desconectaron.

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XXXIV EDICIÓN DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS DE Radio Tv Lavapiés. Tema propuesto por la ganadora de la última edición (Ana Mª Abad): ‘Fantasmas’.

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