Carpe diem

Sugerencia de escritura del día
Cuéntanos una lección que te gustaría haber aprendido antes.

No sé por qué vinieron a mi cabeza algunas películas o series que juegan con la idea de controlar el tiempo. Máquinas o coches que regresan al pasado o impulsan al futuro. La conclusión suele ser siempre la misma y es que resulta peligroso alterar el curso de la historia, trastocar los acontecimientos y cambiar el devenir de los tiempos. Las vidas de todos se entrecruzan, forman una gran red de interdependencia, algo así como un laberinto. Bastaría con poder modificar unas pocas vidas para que se transformara todo el orden natural…

El paso del tiempo da mucho juego, será por eso que a cierta altura de vida una piensa qué diferente sería todo si volviera a tener veinte o treinta años, y a continuación añade: y si fuera posible, conservando la sabiduría de ahora. Claro, porque al mirar hacia atrás lo que más pesa son los errores: lo que se pudo hacer y no se hizo, lo que se pudo decir y no se dijo, lo que tal vez -y digo sólo tal vez- pudo ser y no fue… En definitiva todo aquello que hicimos desde la ignorancia, o la buena fe, o por complacer, o por inercia…Cuando me detengo en esta idea y me da por hacer inventario, me invade cierta nostalgia y hasta una ración de pudor o vergüenza, la misma de la que en su momento no fui consciente.

Con los años todo se relativiza y se aprende a extraer todo lo bueno, lo positivo, todo lo que haya aportado, lo que nos hace mejores y nos ayuda. Aprendemos a ver el lado bueno de todo, incluso de lo malo o de lo menos bueno. Y también a dejar atrás todos los pesos que anclan, inmovilizan e impiden seguir caminando.

La vida fluye constantemente sin detenerse por nada ni por nadie. Nos damos cuenta que no hay más tiempo que este mismo momento en el que escribo, el aquí y ahora, todo lo demás no existe. El pasado se construye conforme sucede el presente y el futuro llega a cada instante. Podría decirse que sólo existe el presente continuo, esa forma verbal que no se contempla en castellano pero sí en inglés para referirse a ‘lo que acontece en el momento exacto en que se habla o escribe’. El mismo sentido que dio el poeta Horacio a la locución latina carpe diem, cuya traducción literal significa ‘aprovecha el día a día’.

Esta sería la lección de vida que me hubiera gustado aprender mucho antes: carpe diem. Me hizo falta más de la mitad de mi vida para aprenderla y la otra mitad, en que estoy, para ponerla en práctica…

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Sin rencores…

Sugerencia de escritura del día
¿Guardas rencor por algo? Cuéntanos por qué.

Como todo el mundo tengo virtudes y defectos, pero afortunadamente no padezco el terrible cáncer del rencor. Sí, ya sé que suena un poco fuerte pero es así. Dicen que el cáncer es ‘la enfermedad silenciosa’ y el rencor también. Podría estar frente a alguien comido y recomido por el rencor y no tener ni idea, porque así de entrada, aparentemente, no hay señales, ni signos que lo indiquen a no ser que conozcas bien a esa persona.

El rencor o resentimiento es una emoción negativa, nociva y dañina que sólo destruye a quien la padece y que produce un enorme sufrimiento, por no hablar de la energía que consume pues la persona imagina y proyecta sin cesar en su cabeza, mil formas de elaborar el ansiado antídoto de la venganza. Aunque, no obstante, me temo que nada satisface ese deseo insaciable de consumar la vendetta, porque una vez llevada a cabo, el monstruo voraz de la animadversión continuará desafiante, ávido de múltiples represalias sin que nunca se dé por satisfecho.

El rencor junto a la envidia y la avaricia son, entre otras, terribles lacras de las que afortunadamente la naturaleza me ha salvado aunque me otorgó otras. Y sí, he conocido a alguna persona que sufría de estas emociones adversas e insanas y he sido testigo de un dolor que se intensifica frente a la felicidad ajena, sobre todo de quienes están en su diana. Desgraciadamente tuve que apartarme de su camino para no ser arrollada y porque la toxicidad contamina.

Hay una fábula que ejemplifica con enorme claridad esta emoción:  

Dos hombres habían compartido injustamente una celda en prisión durante  varios años, soportando todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez en libertad, se encontraron años después. Uno de ellos preguntó al otro:

– ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros?

– No, gracias a Dios ya lo olvidé todo –contestó-. ¿Y tú?

– Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas –respondió el otro.

Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo:

– Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso. 

Personalmente he vivido situaciones emocionalmente complicadas, y sinceramente, explorar la vía del perdón ha resultado absolutamente sanador por lo que la considero totalmente recomendable para gozar de una buena salud emocional.

En todo caso, lo dicho, se vive mejor mejor sin rencores…

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¿Que cómo me siento?

Sugerencia de escritura del día
¿Cómo te sientes ahora mismo?

Podría resumir diciendo que paso un momento plof… Después de estar un mes con la familia, cuesta retomar la rutina. Y es curioso porque soy yo quien la impone y soy yo quien maneja los tiempos a su antojo. No obstante siento melancolía y nostalgia: de las voces que no se oyen, de las risas que no suenan, de los amaneceres tardíos, de los desayunos tranquilos, de las largas sobremesas, de las idas y venidas, de las entretenidas tertulias sobre la actualidad, de las bromas desatadas, de los desfiles de ropa, de esa constante presencia e incluso de la ausencia momentánea…

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Tener un blog…

Sugerencia de escritura del día
¿Por qué tienes un blog?

Llevo muchos años escribiendo diarios, relatos, cuadernos de viaje…Eran cuadernos manuscritos y decorados a mano. Una obra de artesanía que disfrutaba de principio a fin. Los más íntimos los escondía en algún lugar secreto de mi habitación, fuera del alcance de miradas que no me interesaban. Con los años me deshice de ellos. Demasiada intimidad para que cayeran en manos ajenas. Descansé cuando los quemé aunque con ellos se fueran mis despertares adolescentes, mis primeros deseos, mis tempranos amores…Luego el trabajo y la familia me entretenían demasiado. Y entonces llegó internet y con él el anonimato y un lugar donde escribir sin nombre. Así abrí mi primer blog hace la friolera de diez años, en el momento más terrible de mi vida, cuando más necesitaba expresar, contar y sanar. Mi primer blog fue una bitácora amiga, un refugio, un espacio  terapéutico que formó parte de mi proceso de reinvención. Afortunadamente esa etapa quedó atrás y ahora el blog cumple otras funciones y objetivos.

Tener un blog es algo así como poseer una parcela propia en tierra de nadie. El espacio virtual de internet es un universo infinito cada día más colonizado por las redes sociales, los bancos, las empresas, mensajerías o  correos, todo ello circundado por un ejército de nubes cargadas de información, muchas de ellas alquiladas por particulares para guardar imágenes y misterios. No quiero imaginar qué sucedería si esas nubes colisionaran, estallarán y expulsaran cuanto contiene. Si algo así sucediera se produciría un gran cataclismo mundial, un desastre, teniendo en cuenta que custodian los secretos de estado y que muchas grandes empresas y bancos guardan ahí toda la información…¿Asusta eh?

A pesar de todos estos riesgos y teniendo en cuenta todos estos enigmas, lo primero que me movió a crear a blog fue mi afición por la escritura. En realidad es algo que siempre he hecho para mí misma. No obstante y digan lo que digan, en el fondo a todo escritor aficionado o profesional, le apetece ser leído y no para que lo halaguen sino para sentir que sus opiniones, pensamientos o ideas son compartidas, que cada texto tiene destinatarios propios aunque no estén de acuerdo o lo aprueben. Así que tengo un blog porque me gusta escribir y considero que éste puede ser un vehículo para llegar a esos lectores anónimos, navegantes e internautas que pululan por la red, a veces sin rumbo ni destino, con la esperanza de que tropiecen con él y una vez hecha la parada lo lean, y con suerte, lo compartan.

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Norte y Sur

Sugerencia de escritura del día
¿Qué es lo que te gusta del lugar donde vives?

Vivo en el sur del Sur, en la costa.  Aunque no nací en esta localidad creo que ya la considero  mi ‘patria chica’. Al principio, cuando llegué, siempre aclaraba que no era de aquí aunque no me lo preguntaran. Sentía algo así como si fuera una deslealtad no mencionar mis verdaderos orígenes. Pero con los años esa especie de deuda se difuminó: una puede ser de muchos sitios si vive en ellos y se identifica con ellos, máxime cuando se trata de lugares tan cercanos. Al fin y al cabo ¿qué son las fronteras sino demarcaciones territoriales administrativas establecidas por conveniencias varias de quienes gobiernan? En fin, vivo muy al sur aunque también soy norte porque de allí proceden mis ancestros. Norte y sur son conceptos relativos que dependen mucho de nuestra situación en el mapa. Pero si nos situamos en la Península, en el sur nací, me crie, estudié, formé mi familia, están mis amigos y sobre todo mi casa, mi hogar, mi refugio…Aquí están la mayoría de las personas a quienes quiero y mis ausentes, mis muertos, a quienes sigo queriendo desde el recuerdo.

Pero definitivamente una es de donde tiene su refugio. Y el refugio es el hogar transformado, metamorfoseado, es el hogar vacío después de la catarsis, el que se conforma cuando los polluelos abandonan el nido al que regresan de vez en cuando para reclamar altas dosis de amor, de cariño, de besos y abrazos, todo inyectado en vena con urgencia porque el tiempo apremia y de nuevo se marchan.  El refugio es una proyección de quienes somos, más aún, de quienes nos hemos convertido, de quienes acabamos siendo una vez vivida la mayor parte de la vida. El refugio refleja la esencia de un yo forjado, deconstruido y reinventado.  

Lo que más me gusta de este lugar es la cercanía al mar. El mar es un referente sin el que me resultaría difícil vivir y que añoro cuando viajo al interior. Cuando vuelvo, según me aproximo a casa me llega el olor a sal y eso me hace saber que ya estoy en el lugar al que pertenezco. Apenas a cinco minutos en coche están las playas. Allí me esperan siete kilómetros de costa para pasear nueve meses al año. Los otros tres forman parte de lo que no me gusta, de lo que me agobia y hasta me repele: esos meses de intenso verano en que la localidad triplica su población, se llena de foráneos y casi no cabemos.

No obstante además del mar este lugar me ofrece otras interesantes bondades: la cercanía a parques naturales, inmensos pinares, salinas, marismas. Naturaleza plena apartada de la intervención humana donde las aves mantienen su hábitat y viven en absoluta libertad.

Y para concluir este rinconcito del mapa cuenta con una historia milenaria de pueblos y culturas que nos han visitado, algunos de cuyos vestigios conservamos. Llegaron por tierra pero sobre todo por mar, nos conquistaron y nos dejaron un inmenso legado que constituye una parte importante de mi propia identidad.

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Palabras

Sugerencia de escritura del día
Háblanos de esa palabra que todo el mundo tiene en la boca.

Según Bauman vivimos en una ‘sociedad líquida’. Esta metáfora  del líquido elemento –con toda su capacidad de adaptación, ahí está la clave- aplicada al amor, al miedo o a cualquier otra emoción o aspecto de la vida, ha calado ya en nuestro imaginario. Nadie mejor que el propio Bauman para explicar su propia receta: La Sociedad moderna líquida es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinadas”. Si traigo esto a colación es porque puede ser la mejor manera de comprender la velocidad con que las palabras que ‘todo el mundo tiene en la boca’ pasan, cambian, se alteran, mantienen muy poca vigencia y finalmente caducan, siendo además extremadamente volátiles y pasajeras pues apenas llegan a boca de todos cuando enseguida son sustituidas por otras.

Hace solo dos o tres semanas todos teníamos en la boca la palabra  ‘elecciones’. Flotaba en el ambiente. No se hablaba de otra cosa. Allá por dónde pasara, de manera explícita o sutil, la escuchaba junto a las correspondientes críticas, comentarios, temores, presagios… Y duró tanto como la campaña electoral. Luego fue sustituida por ‘votación’, después por ‘resultados’ y casi de inmediato por ‘pactos’ seguida de ‘investidura…’. Ahí quedaron todas flotando en el ambiente en un lapsus de tiempo en el que los políticos dejaron de vociferar y callaron: se habían ido de vacaciones y la cuadrilla se dedicaba a dar capotazos para distraer al público…

Pero la vida sigue, así que otras palabras aparecieron en nuestras bocas: verano, vacaciones, playa, chiringuito, conciertos, turismo, viajes… Por otro lado, con el cambio climático en el horizonte, una nueva ola de calor hizo acto de presencia, por eso y gracias a los espacios informativos dedicados ‘al tiempo’ manejamos un amplio vocabulario, de manera que nuevos términos deambularon en nuestra boca como Pedro por su casa: canícula, reventón, dana y cómo no ‘ola de calor’. Y en ello estamos. Esta es la palabra que todos tenemos en la boca: ‘calor’. Y junto a ella pronunciamos otras como temperatura, humedad o record, cuestiones todas que intercambiamos con nuestros amigos, sobre todo si se fueron de viaje por aquello de comparar. Mientras nos quejamos, sudamos, nos duchamos varias veces al día, aguantamos estoicamente bajo el ventilador al tiempo que nos dirigimos lentamente hacia el punto álgido, deseando que pase esta semana y que la madre naturaleza -a quien hemos descuidado- se apiade de nosotros, nos dé un respiro y nos devuelva al calor ‘normal’ y a las temperaturas propias de un agosto cualquiera.

No me cabe la menor duda que en breve otras palabras se pasearán por nuestras bocas, tan fugaces como las actuales ‘ola de calor’, que por cierto y dicho sea de paso, como ya he insinuado, tiene los días contados afortunadamente…

30 cosas me me hacen feliz…

Sugerencia de escritura del día
Di 30 cosas que te hagan feliz.

A lo largo de la vida me han hecho felices muchas cosas, quizá más de 30. He tenido momentos sublimes e irrepetibles, de esos que sólo se dan una vez en la vida y por eso no aparecen en la lista. Hablamos de la felicidad de andar por casa, supongo, la que nos llega a través de las cosas cotidianas y sencillas, las mismas que hoy por hoy, más que felicidad me producen bienestar o tranquilidad y me parecen un regalo. El término felicidad me lo reservo para esas ocasiones excepcionales antes mencionadas y por ello escasas, exclusivas y únicas. La felicidad es apenas un instante. Estoy por creer que no soportaríamos una felicidad prolongada, una emoción de tanta intensidad. Es un clímax que se alcanza muy de vez en cuando. Lo que permanece y se prolonga es el sabor tras haberlo degustado… Estas treinta cosas me han hecho feliz más de una vez a lo largo de mi vida, algunas todavía me dejan ese regustillo para que me relama. aunque sea muy de tarde en tarde. Respecto al orden es absolutamente aleatorio, o sea que las he escrito conforme he ido recordando y me han ido viniendo a la cabeza…

1.-Amar/2.-Contemplar una puesta de sol/3.-Viajar/4.-Compartir una buena mesa/5.-Comer ostras con ribeiro blanco/6.-Contemplar la naturaleza/7.Una conversación interesante/8.Una mirada/9.-Conquistar/10.-Conducir/11.-Escribir/12.-Una siesta/13.-Pisar la nieve/14.-Bañarme en la playa desnuda/15.-Un buen vino en buena compañía/16.-Viajar sin destino/17.-Una canción/18.-Una sonrisa/19.-Estar con mis hijos/20.-Llevar a mi nieto al cole/21.-Cocinar para mi nieto/22.-Hacer fotografías/23.-Compartir juego de mesa con mis hijos/24.-Estar a solas en mi estudio/25.-Reunirme en familia/26.-Sorprender/27.-Regalar/28.-Levantarme temprano para ver amanecer/29.-Desayunar porras/30.-Asistir a una ópera.

Y citando a Jean-Paul Sartre, la «felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace» Este maravilloso pensamiento encierra algo de lo que nos olvidamos muy a menudo: la importancia de estar a gusto con lo que tenemos y con lo que hacemos…

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‘Habitación propia’

Imagen: Internet

Cuando nos mudamos a esta casa mis hijos adolescentes vivían conmigo. Cada uno tenía su propio dormitorio así que tuve que apañarme con el salón o la cocina, haciéndome hueco en una u otra mesa para corregir exámenes o realizar cualquier otra tarea. Por aquel entonces escribía poco pues el tiempo no daba para más.

Pero mis hijos crecieron, se fueron a la Universidad y salieron de casa. Fue entonces cuando acomodé un espacio para mí. No necesitaba mucho: unas estanterías y un tablero de IKEA sobre un par de caballetes y paredes blancas que decoré con corcheras llenas de fotos y varios posters. Lo suficiente para crear un ambiente agradable en la que ha sido, desde entonces, mi ‘habitación propia’. Un lugar de encuentro con mis cosas y conmigo misma. Una especie de refugio donde dar riendas sueltas a la imaginación…

No es muy grande pero tiene mucha luz. Tanto es así, que tuve que cambiar la posición de la mesa porque el sol de cara era muy molesto y no me dejaba ver la pantalla del ordenador, eso por no hablar de las sombras que los objetos proyectaban sobre la superficie del tablero, por cierto, siempre ordenado, colocando a derecha e izquierda la impresora, un atril, algunos cuadernos, material de papelería en cajitas de diversos tamaños y una foto de mis hijos cuando eran pequeños. Todo está memorizado de manera que solo tengo que extender la mano hacia un lado u otro, en función de lo que necesite. En el centro la pantalla del ordenador, el teclado y el ratón. Detrás, libros apilados en las diferentes baldas de un estante blanco, con cajones que contienen objetos y recuerdos varios.

Como vivo en las afueras, el paisaje que diviso desde la planta superior de la vivienda, no es urbano: una carretera que conduce a las playas, los tejados de las casas de enfrente y palmeras, bastantes palmeras, entre las que despunta el sol cada mañana. Los ruidos son escasos -excepto en verano- y en primavera el canto de los pájaros suena como una sinfonía de fondo. Con los años me he acostumbrado a trabajar en silencio.

Por edad pertenezco a la generación de la pluma y el papel. También uso mucho el lápiz, de manera particular para tomar notas cuando alguna idea acude a mi cabeza. No obstante, y por economía de tiempo, hace ya algunos años que comencé a escribir directamente en el ordenador. Y aunque las nuevas tecnologías salieron a mi encuentro, reconozco que despertaron mi curiosidad desde el principio. Será por eso que me desenvuelvo con una soltura suficiente para cubrir mis necesidades y resolver con autosuficiencia aunque, por supuesto, tengo límites.

Escribir constituye un acto de reafirmación de mí identidad al que precede un ritual, una ceremonia preparatoria, cuya finalidad no es otra que crear un clima adecuado y propicio para abrir la mente a la inspiración. Afirmaba Graham Greene quedó “las personas reales están llenas de seres imaginarios”. Pues bien, es aquí, en esta habitación recogida, ordenada y silenciosa, donde de cuando en cuando, algunos de ‘esos seres’ despiertan mi imaginación… Y entonces escribo.

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La ‘feliquidad’

Sugerencia de escritura del día
Describe un hábito que te aporte felicidad.

Con los años he descubierto -y lo que voy a decir no es ningún misterio- que la felicidad llega más por la vía de las cosas sencillas y pequeñas. Es más con el tiempo mi mayor aspiración no es la felicidad sino la ‘feliquidad’ o sea, ser feliz estando tranquila, porque eso significa que hay un orden, que todo está donde debe estar, que todo va bien a mi alrededor. Prácticamente no necesito más.

Pero hasta llegar a este sabio estado he tenido que transitar un largo camino. La ‘felicidad’ es una palabra muy larga, que tiene muchas letras y que procede del latín, felicítas-felicitátis que significa alegría, gozo o estado de satisfacción espiritual y físico. La felicítas a su vez se deriva de felix-felícis que significa fértil, fecundo. Y cuanto más vamos al origen, mayor grado de pureza nos muestra el término y más se explicita el significado del mismo.

Por otro lado la experiencia sobre el sentimiento o estado de felicidad bascula en función de las diferentes etapas de la vida, entendida ésta como un ciclo que comienza y acaba. Así de pequeños la felicidad adquiere formas simples pero materiales. Del resto no tenemos consciencia. Nos construimos con los años y será en el ámbito de las emociones en las que más tarde encontramos la fuente de auténtica felicidad. Durante la edad adulta se produce una mezcla de todo. La emociones importan -¡cómo no!- pero reunimos muchas aspiraciones a la vez: profesionales, materiales, afectivas, sensoriales. Cada una de ellas nos proporcionará un tipo de felicidad y todas nos conducirán al clímax. Esta es una etapa de grandes ambiciones, de enorme crecimiento profesional, de grandes metas y a veces, hasta de grandes éxitos. Sí, es una fase en la que pensamos a lo grande…

Pero la vida continúa y del crecimiento profesional pasamos al personal, y ambicionamos menos y a vivir conscientemente más: comenzamos a valorar el tiempo como ingrediente que aporta calidad de vida. Menos cantidad y más calidad, este será el lema. Y con los años, será precisamente el tiempo el capital que mejor querremos invertir y administrar. A partir de aquí la voz felicidad se tornará mucho más sencilla. Y si la vida nos regala ‘tiempo’, llegado el momento, daremos rienda suelta a nuestros intereses y aficiones: el placer de las fotografías, pasear con tu mascota y tu amiga, abrir un blog, escribir, contemplar amaneceres y atardeceres, leer un buen libro o cuidar las plantas por ejemplo…Es entonces cuando una comprende que la felicidad, es eso. Y esa palabra tan larga y de tanto recorrido, pasa a tener un significado muy simple que en mi caso, se reduce experimentar tranquilidad, como mucho, satisfacción. Digo yo que por eso me hace feliz contemplar la luna llena o ver como cae el sol, comer un arroz con leche, tener una buena conversación o simplemente, ver reír a mis hijos, estar con mi familia y con los amigos que quiero. Saber que están bien y ver en su felicidad el reflejo de aquella que también fue mía. Son ellos y sólo ellos quienes alimentan mi propio bienestar.

Básicamente eso es la ‘feliquidad’: ser feliz sintiéndome tranquila, estando bien por dentro… Lo demás vendrá por añadidura…

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Tú…

Fotografía: mp_dc

De vez en cuando tu ausencia se me antoja como un pesado manto depositado sobre mi espalda. Una capa de plomo me envuelve y me obliga caminar despacio y encorvada. Los movimientos se ralentizan. La mirada se pierde. La voz se calla. Los pensamientos bullen hacia un único objetivo: tú y tu recuerdo. Por alguna razón que desconozco, algunos días no resultan fáciles y duele pensarte como una vieja herida que se abre, como duelen los huesos con el frío invierno y después se pasa en cuanto asoma la primavera y templa el aire con el sol.

Los recuerdos se presentan transformados en un mar en calma. Te miro pero no te veo, solo te pienso. Tú y tus cosas. Tus gracias, tus expresiones, tus respuestas, tus ideas absurdas y acertadas, tu manera de comer, tu sonrisa con la ceja arqueada, tu mirada de niño que esconde una travesura a punto de ser descubierta. Tú y tus causas perdidas. Tú y tu pena por el pobre, el desvalido, el solitario, el indefenso, el débil. Tú y tu música vibrando a través de los auriculares. Tú y tus experimentos al sol. Tú y tus camisetas, tus gorros, tus deportivas. Tú y tus arreglos en casa. Tú invitándome a merendar contigo. Tú y tus amaneceres tardíos. Tú y tu enfermedad, los viajes al hospital, las intervenciones, el miedo, la espera, la desgana, la desesperanza. Tú y el final. El miedo de nuevo. La soledad. El agotamiento. El duelo.

Tú y siempre tú. Tan ausente, tan presente, tan aquí, tan allá…

©lady_p