Piratas cibernéticos

Desde el blog ‘El Tintero de Oro’ se convoca un nuevo concurso de relatos en esta ocasión dedicado al tema: una de piratas.

En la oscuridad de la noche, Helen tecleaba a gran velocidad en su ordenador. Los dedos sobrevolaban las teclas y mil pensamientos atravesaban su cabeza. Llevaba meses planeando el golpe junto a un grupo de amigos, piratas informáticos que vigilaban desde la red oscura las aguas convulsas del ciberocéano. El objetivo no era otro que atacar a los poderosos mundiales que desde los márgenes del poder actuaban a través de terminales mediáticos, lobbies y múltiples colaboradores que disfrazan sus perfiles para mover los hilos con libertad desde reconocidas redes sociales y tabloides digitales, con el fin de manipular y trocar voluntades a su favor. Ellos son considerados por estos grupos marginales cibernéticos los principales responsables de convertir estos espacios en un vertedero donde vomitar sus mentiras, engaños y bulos, ayudados por un séquito de seguidores ignorantes, todos ellos amparados en la libertad y la democracia contra la que atentan continuamente. Helen y sus amigos querían paralizar la red durante 24 horas en señal de protesta y defensa de la verdad, la transparencia de la información y la veracidad de los hechos.

Mientras unos preparaban los hackings, ajustaban los monitores y teclados otros se disponían a lanzar el ataque, intentando asaltar el sistema, aprovechando cualquier fisura de vulnerabilidad para irrumpir en la red, asegurando a sus amigos que los firewalls o sistemas de seguridad, a pesar de su capacidad restrictiva, no serían un problema. El tráfico de datos a esas horas había disminuido y todo sería más fácil.

Tom, por su parte, había diseñado un virus que introducido en los sistemas de seguridad, facilitaría el ataque, mientras Marc, otro de los hackers, se infiltraba y comenzaba a bajar información de gran utilidad para la lucha.

La noche avanzaba y los piratas estaban resueltos a hacerse con la red y bloquearla, al tiempo que preparaban el texto de un comunicado que difundirían en varios idiomas al amanecer: «Usuarios todos, somos el GIPC (Grupo Internacional de Piratas Cibernéticos). Nos hemos apoderado temporalmente de la red para denunciar que estamos viviendo una era de contaminación y retroceso. Agentes infiltrados de todas partes del mundo, nos desafían con el fin de desestabilizar el orden mundial sembrando el caos informativo. Estos agentes, al paraguas del anonimato, atacan instituciones y gobiernos con el fin de imponer medidas extremistas y reaccionarias en un intento por devolvernos al pasado, derribando aquellas libertades conquistadas a lo largo de más de medio siglo de democracia. Somos conscientes de la intención por parte de ciertos líderes mundiales, movidos por intereses económicos y por quienes los representan, de imponer su ideología para hacerse con el control mundial. Os invitamos a reflexionar sobre sus consecuencias. A las 00:00 horas de mañana la red volverá a funcionar con normalidad».

Los homólogos informáticos asiáticos encabezados por Chuanli, lanzaron una invasión de ransomware para retener bajo control los dispositivos y capturar como rehenes datos suficientemente importantes como para que los poderosos se lo tomaran en serio y se supieran amenazados y vulnerables. Ese era el efecto deseado, que sintieran cómo su poder en la red se tambaleaba y en un solo instante podían ser descubiertos.

Tras la prórroga señalada, el ataque había sido todo un éxito. Las redes sociales multiplicaron exponencialmente sus visitas. El mensaje había recorrido la geografía mundial ciberespacial. Muchos usuarios comentaban que ya no se sentían seguros, ni tenían garantía sobre la verdad de la información y las abandonaron. Algunos poderosos sufrieron un enorme cataclismo…

Cumplido el plazo, los ciberpiratas retiraron sus naves a las aguas pacíficas de la red oscura, dejando tras de sí un ligero atisbo de esperanza. La operación había culminado positivamente. El GIPC en su lucha contra los grupos de presión y manipulación, tiranos y oligarcas, se preparaba para actuar de nuevo: la lucha continúa…

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Una larga memoria familiar

Desde el Blog ‘El Tintero de Oro’ se convoca un nuevo concurso de relatos esta vez dedicado ‘al entorno rural’.

Me acuerdo que aquel día se me pegaron las sábanas y me levanté muy tarde. Las noches de julio eran demasiado tórridas y apenas se podía dormir. Escuché las voces lejanas de mis hermanos, y por la rendija de la puerta vi a mi padre que había desplegado sobre la mesa del comedor el mapa de la Guía Campsa. Todos los años hacía lo mismo. Buscaba una ruta alternativa, más corta, pero al final siempre seguíamos el mismo itinerario.

Mamá preparaba las maletas, mientras daba órdenes a mis hermanos que jugaban o deambulaban de aquí para allá sin rumbo fijo. Me dijo que desayunara, que la ayudara a  preparar unos bocadillos y me vistiera. Saldríamos pronto.

El coche esperaba aparcado en acera, frente al portal. Las maletas iban en una baca colocada en el techo, sujetas con unas cinchas de goma y el maletero a tope con otras bolsas. En cuestión de una hora habíamos cargado todo. El viaje comenzaba.  

Cuando la ciudad quedaba atrás mi padre ponía el radio cassette a tope: Los Brincos, Los Panchos, Camilo Sexto, José Luis Perales… Nosotros nos sabíamos casi todas las canciones y las cantábamos a coro. Papá era un sentimental, un romántico que se resistía a los cambios y a los nuevos tiempos. Había sido tan feliz en su pueblo, donde todo era tan ‘sencillo y sano’, que quería que sus hijos revivieran su propia vida y disfrutaran del mismo ambiente que él. Pero olvidaba que la nuestra era otra generación y que ir al pueblo nos parecía un rollo y nos aburría, aunque la verdad, para quejarnos tanto no lo pasábamos tan mal allí.

El viaje duraba unas cuatro largas y tormentosas horas. Mis tres hermanos y yo íbamos apretados en el asiento de atrás del viejo SIMCA1200, del que mi padre estaba muy orgulloso porque ‘nunca –decía- lo había dejado tirado’. Al principio cantábamos como ya he dicho. Luego callábamos y entrábamos en una especie de letargo, cada uno a su bola. Y más o menos al cabo de una hora comenzábamos a discutir, a pelear y a darnos codazos. Mi hermana pequeña preguntaba una y otra vez «¿falta mucho para llegar?». A continuación lloraba porque la estrujábamos contra la puerta. Se quejaba y gritaba. Entonces mi madre se volvía paciente y trataba de calmarnos por las buenas, hasta que de repente el coche frenaba con brusquedad, mi padre soltaba las manos del volante y nos miraba serio, amenazante, frunciendo el ceño. Sólo entonces nos quedábamos quietos como estatuas. El silencio regresaba hasta que media hora después la escena se repetía. Cuando llegábamos al pueblo estábamos agotados de pelear y discutir pero nada más bajar del coche se nos olvidaba y salíamos corriendo dispuestos a jugar hasta la noche.

La casa era de mis abuelos. Mi padre se la había comprado a sus hermanos. Tenía dos plantas, cinco habitaciones, dos baños, una cocina enorme con comedor y un cobertizo lleno de tiestos donde jugaban mis hermanas pequeñas a las casitas y a las tiendas.

Ahora que lo pienso, aunque entonces nos daban envidia nuestros vecinos que siempre iban a la playa, a Benidorm, la verdad es que en aquel pueblo vivimos muchas aventuras y gozábamos de mucha libertad. Prácticamente vivíamos en la calle y sólo entrábamos en casa para comer y dormir. Aprendimos los nombres de árboles y de muchas plantas y animales. Jugábamos en la tahona mientras se cocía el pan. Las abuelas nos enseñaban a hacer embutidos durante la fiesta de la matanza. Y conformábamos una gran familia en la que todos cuidábamos de todos. La verdad es que el pueblo nos inculcó unos valores que los niños de la ciudad no tenían ocasión de aprender. 

Respecto a mí, en el pueblo se forjó la relación con mi mejor amigo. Aquella historia comenzó peleando por ganar una carrera. Él me puso un ojo morado y yo casi le rompo la nariz. Y hasta hoy. Aquella rivalidad sentó las bases de una amistad sólida, auténtica, de afecto incondicional, que ha llegado sana y salva hasta hoy.

Poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos hicimos mayores y mis padres fallecieron. Durante un tiempo dejamos de ir al pueblo. Mis hermanos y yo pensamos vender la casa, hasta que mi hermana pequeña –tan sentimental como mi padre- nos recordó cuánto le dolería a él que lo hiciéramos y como nos veíamos poco, propuso que nos reuniéramos todos allí en vacaciones una vez al año. Y eso hicimos. Desde entonces todos los años volvemos, recordamos cientos de anécdotas y alimentamos nuestra memoria familiar que crece junto a nuestros hijos, al compás de nuevas experiencias.

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Transformación espontánea

El Blog ‘El Tintero de Oro’ convoca un nuevo concurso esta vez inspirado en “La Metamorfosis” de Kafka y nos invita a escribir un relatodonde el protagonista despierte a un mundo o realidad que contenga un aspecto que no acabe de entender’.

Sara llevaba días sintiéndose extraña: el cuerpo dolorido, cansancio, jaqueca y una especie de erupción en la piel. Por la noche tenia pesadillas y una sudoración fría a la que no encontraba explicación. Sin embargo le restaba importancia. Se tomó un paracetamol y siguió con su vida. A fin de cuentas trabajaba desde casa y eso tenía sus ventajas, ella misma marcaba el ritmo.

El día que todo comenzó, Mariela, la asistenta, llegó antes de lo previsto y Sara le dio instrucciones de que no la molestase. Luego se trasladó a su despacho y cerró la puerta para aislarse y trabajar tranquila. Mariela la avisaría, como siempre, antes de irse. Mientras tanto le esperaba una intensa mañana de reuniones y videoconferencias.

A las tres en punto la asistenta golpeaba suavemente la puerta y le avisaba: «Marcho señora, tiene la comida en el microondas. Volveré pasado mañana.»

Pero Sara no salió a comer. Trabajó ininterrumpidamente durante todo el día, y llegada la tarde, se recostó en el sofá y se quedó dormida. Cuando despertó apenas se podía mover. Al mirarse comprobó que su piel se había oscurecido y recubierto por una especie de vello. Sufría una intensa cefalea y dolores en los costados, punzadas que provenían de unos bultos duros que empujaban la piel. Su cara y su cabeza habían adoptado una extraña forma. Aquel proceso era tan doloroso que sudaba y se retorcía en el suelo. Había perdido en parte su capacidad de pensar y era incapaz de llamar a alguien para que la ayudase.

De repente sintió un crujido al tiempo que todos sus huesos se alteraban o cambiaban de forma. Un instante después, comprobó que ya no tenía brazos sino varias patas negras vellosas que debía utilizar para moverse. Y dejándose llevar por su nuevo instinto se desplazó hasta un espejo y comprobó que se había transformado en una hermosa araña y que su nueva identidad la hacía sentir tan poderosa como desconcertada al experimentar inclinaciones y sensaciones nuevas, desconocidas y a la vez placenteras…

Así, encerrada en su despacho, mutando,  permaneció los dos días siguientes hasta que de nuevo llegó Mariela quien, con la puerta semiabierta, se extrañó pues todo parecía estar tal y como ella lo había dejado. Nada más entrar se dirigió directamente a la cocina, comprobando que Sara no había comido, ni tan siquiera había bebido un vaso de agua. Sorprendida fue al dormitorio: todo estaba en orden y la cama sin deshacer. Entonces se preocupó y fue al despacho. La puerta permanecía cerrada. Pegó el oído pero no escuchaba nada: «¿Sara? ¿Está ahí? ¿Está bien?» Mariela miraba con extrañeza a su alrededor y temió que algo malo le hubiera  sucedido. Así las cosas, se decidió a entrar. Colocó la mano en el pomo y comenzó a girarlo lentamente a la par que apoyaba la cabeza en el borde dispuesta a asomarla. El corazón el latía con fuerza en el pecho. Entreabrió la puerta, entró y encendió la luz. Apenas se volvió cuando se encontró frente a una enorme tela de araña, perfectamente diseñada, que cruzaba diagonalmente la habitación. La asistenta no podía dejar de mirarla con la boca abierta, estupefacta, sin dar crédito a lo que veía y sin darse cuenta que por detrás la acechaba Sara, ahora transformada en una araña gigante. Y cuando la tuvo cerca la empujó contra su tela para que quedara atrapada.

Mariela instintivamente comenzó a luchar para intentar despegarse. Gritaba de pánico pidiendo auxilio, pero su lucha era inútil. Aquellos hilos eran tan fuertes y pegajosos que resultaba imposible zafarse. Después de un rato braceando y pataleando, agotada, sin fuerzas, se rindió. Mientras, Sara daba vueltas en la habitación preparando el momento final antes de darse el festín. Giró y giró sobre Mariela hasta que la envolvió con hilos tejidos a tal efecto. Luego se acercó despacio, posó sus colmillos sobre el cuello e inoculó a su presa un veneno paralizante de resultado inmediato. Mariela la miraba fijo a los ojos, mostrando una mueca de terror en su rostro. Luego Sara la contempló dispuesta a engullir, poco a poco, aquel suculento manjar…

Al cabo de unas horas en la tela sólo quedaba algún despojo que dejó para más tarde. Satisfecha y con el estómago lleno, Sara descansaba en un rincón mientras recordaba, afilándose de nuevo los colmillos, que su compañera de piso volvería en un par de días tras una semana de viaje: no tenía más que esperar, la siguiente presa ya estaba en camino…

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Recuerdos

XXXVII EDICIÓN DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS DE RADIO TV LAVAPIÉS. El último ganador, Ángel Sainz Mora, nos propone una temática para este mes de abril muy sugerente y abierta a la imaginación: TORRIJAS.

La cocina era un hervidero. Mi abuela y mi madre esparcían harina y amasaban sobre una tabla. Los niños jugábamos con trozos de masa que moldeábamos como plastilina. El abuelo, mi padre y los tíos, sentados en el salón, charlaban ante una copa de anís mientras fumaban un cigarro. Las vecinas iban y venían de un lado a otro con bandejas y tarteras que repartían por aquí o por allá: esta para fulanita, esta otra para menganita… Y el aroma a torrijas recién hechas que impregnaba toda la casa…

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El circo

Concurso mensual de microrrelatos organizado por Capital Radio y Fundae. Este mes de abril la frase que debe incluirse es: ‘salud y talento’.

A pesar de su enfermedad, Olivia ensayaba sin cesar en el desván de su casa. Soñaba con llegar a ser una gran malabarista y lanzaba al aire todo aquello que caía en sus manos: pelotas, naranjas, botellas…

Una mañana escuchó que una farándula había llegado a la ciudad y que una cabalgata recorría las calles anunciándose. Rápidamente salió con sus mazas y se mezcló con ellos, los acompañó e interactuó con la gente del circo que aplaudía su actuación. Un sueño hecho realidad.

Los vecinos la miraban asombrados mientras pensaban: puede que le falte salud y talento pero no voluntad.

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Buena presencia

Participación en el concurso mensual sobre abogados, este mes de abril deben incluirse las palabras: Razonar, formación, confesión, manido, primavera.

Intentaba razonar con mi cliente, una persona sin formación aunque su confesión parecía creíble. Se presentó en mi despacho con un traje manido, más propio de un mendigo o indigente. Ni siquiera se había afeitado y mostraba una barba oscura de varios días. Le hice una observación sobre la importancia de la buena presencia, explicándole que en un juicio todo es tenido en cuenta. Él bajó la mirada un tanto desconcertado y a continuación me explicó que no tenía otro atuendo mejor para una ocasión como esta y que cambiaba su look en primavera. «Bien» le dije. «Para esa fecha será el juicio».

Llegado el día cambió el vestuario y se rasuró la barba. Ahora lucía una camisa floreada que le infundía un aire más jovial y fresco. Pero no ganamos el litigio. Tal y como le había dicho, en un juicio todo es tenido en cuenta…

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Donde hubo…

XXXVII EDICIÓN DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS DE RADIO TV LAVAPIÉS. La última ganadora, Aurora Rapún , nos propone una temática muy sugerente y abierta a la imaginación: FUEGO.

De repente nada era como antes. Algunos gestos habían desaparecido entre nosotros, y aún sin saber bien lo que pasaba, sentía que ya no había complicidad y que su pasión se ahogaba a fuego lento. Que su mirada fogosa, que antes lanzaba llamas de pasión, ahora se tornaba recia, fría y distante. Que el fuego de sus ojos parecía haberse extinguido sin que ya nada se pudiera hacer. Que sus palabras carecían del mismo tono y de un único significado, que ya no eran sino un fuego amigo, unidireccional, autónomo, lejos de aquella reciprocidad esperanzadora y esperanzada. Y entonces lo comprendí: donde hubo fuego no siempre quedan rescoldos.

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Fallo visual

el concurso de microrrelatos de la cadena ser ‘relatos en cadena’ en su semana 22 nos invita a escribir 100 palabras que comiencen con la frase: desbordado de negativos defectuosos...

Desbordado de negativos defectuosos, pensé que la fotografía no era lo mío. Lo había intentado en repetidas ocasiones pero unas veces fallaba el encuadre, otras la perspectiva, eso cuando no inclinaba el horizonte. Ni siquiera las líneas guías me servían para orientarme. Me llovían las críticas cuando colgaba una de mis fotos en cualquier foro. Y me preguntaba por qué fallaba tanto cuando, hoy por hoy, cualquiera hace una buena foto simplemente con un teléfono móvil. Entonces mi amigo Raúl sentenció: «¿Y si te revisas la vista?». Y ¡voila! Mano de santo…

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El trébol

Desde la fundación cinco palabras, amaia nos invita a escribir el micro de este mes con las palabras: extintor,bailar, palo, cordón y trébol.
Amaia

Desde que presencié aquel incendio, allá donde voy necesito localizar algún extintor. Y en esta discoteca lo vi nada más entrar. Un instante después comencé a bailar recorriendo la pista de un extremo a otro: salsa, merengue, reggaetón… No me dio palo que todos me miraran mientras me ataba el cordón que casi me hace tropezar y perder el equilibrio. La noche fue divertida y bailona. Salí al amanecer, y de camino a casa, un trébol de cuatro hojas crecido al pie de la carretera, salió a mi encuentro. Entonces pensé: «hoy puede ser un gran día, duro con él».

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Mala fe

Microrrelato ganador del mes de febrero del Concurso de Microrrelatos sobre Talento convocado por Capital Radio-Fundae. La frase a incluir en el texto: ‘quiso robar su talento…’

Carlota tenía dotes naturales para la música y desde pequeña se mostró una virtuosa del violín. Su hermano Leo, en cambio, era un inepto. Pronto las habilidades de su hermana despertaron unos celos enfermizos que manifestaba en forma de pequeñas trastadas. Pero el día del debut en el teatro, quiso robar su talento y para ello, justo antes de la actuación, cortó una cuerda al violín.

Cuando Carlota salió al escenario y comprobó lo sucedido, lejos de amilanarse aceptó el reto y ejecutó la pieza magistralmente, con precisión, mientras con una sarcástica sonrisa miraba fijamente a su hermano…

©lady_p

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