Un puesto ambulante

Desde el Blog ‘Escribe fino’el reto dedicado a ‘viernes creativo’, nos invita a escribir sobre esta foto de Amalia Márquez tomada en Agadir, marruecos.

Apenas amanece, Omar se dispone a abrir su puesto ambulante. Está aparcado al borde de una carretera poco transitada, cerca de una barriada. Una vez abiertos tres de sus cuatro laterales, pone a la calentar el infernillo donde cocina su especialidad: los trid o pequeños dulces y los baghir, unas tortillas de harina muy parecidas a las creps. Ambas delicias son muy populares y tienen un precio muy asequible. Aparte, también vende un batiburrillo de cosas muy dispares: tabaco, mecheros, chucherías y hasta pilas.

Al pasar tantas horas en el puesto, lo tiene bien acondicionado: se protege del sol con una lona, posee una pequeña banqueta para descansar cuando no hay clientes y ha colocado una papelera de plástico para mantener limpio el lugar de trabajo.

Sin embargo el negocio de Omar no es el único. Por allí aparcan también otros vendedores de mayor caché que tienen furgonetas y se dedican a vender ropa. La gente sube y baja de la camioneta para probarse, y según dicen los dueños, no les va nada mal. Pero Omar heredó el negocio de su padre y lo aprendió desde pequeño. Por eso, al parecer, logra salir a flote, gracias a ese enorme trasiego de gente -incluso la que compra ropa- venida desde algunos rincones de la ciudad, dispuesta a probar sus famosos trid y baghir, los únicos de la zona, y que a decir de todos, no tienen parangón.  

©lady_p

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