
Aquejada por el síndrome del ’folio en blanco’, no me daba por vencida y me sentaba cada día a escribir con la esperanza de que llegara alguna Musa, hada o duende que me soplara al oído o me insuflara algunas palabras que me sirvieran de inspiración. Pero los días pasaban sin que pudiera hacer otra cosa que no fuera lamentarme. Recordaba con nostalgia aquellos días en que sentada frente al ordenador mis dedos revoloteaban sobre el teclado y las palabras se tropezaban en mi cabeza queriendo ser las primeras en salir. Fue entonces cuando desde la nave nodriza, apodada ‘el tintero de oro’, recibí un mensaje invitándome ‘a pedir un deseo que vería escrito en forma de sortilegio”. Desesperada acepté al instante. Justo en ese momento un sobre color azul apareció en la pantalla del ordenador, giraba y hacía piruetas hasta que detuvo. Entonces se levantó la solapa y de sus entrañas salió un trozo de papel en el que aparecía escrito: «si la Musa no te inspira, acude a la adivina. Inspira tres veces seguidas mientras repites este encantamiento y al instante notaras sus naturales efectos…»
Y así lo hice. Enseguida sentí un ligero cosquilleo y una extraña necesidad de estirar los dedos que comenzaron a moverse sobre las teclas mientras una lluvia de ideas inundó mi cabeza. Entonces escribí y escribí sin poder detenerme hasta que, finalmente, los dedos se detuvieron y me di cuenta que éste era el texto resultado de aquella extraña experiencia.
©lady_p
Participación en el ‘desafío de microrrelatos’ el ‘Tintero de Oro’