Desde el Blog ‘Café Hypatia’, el tema de escritura para este mes de febrero versará sobre ‘mujer y ciencia’.

A lo largo de la Historia y desde la más remota antigüedad, las mujeres han estado fuera del espacio público quedando relegadas a la esfera de lo privado. Y aunque siempre hubo díscolas, disidentes e inconformistas que alzaron la voz, se resistieron y rebelaron contra las normas impuestas en las sociedades patriarcales del pasado, ha sido en la privacidad donde ejercieron los denominados ‘saberes femeninos’, siempre relacionados con el cuidado personal y familiar. Las mujeres se encargaron de la atención del hogar y de sus miembros, tratando enfermedades comunes, curando heridas, asistiendo a los partos, a veces solas, sin médicos ni matronas. En definitiva las mujeres se ocuparon de todas aquellas tareas que ponían la vida en el centro y que requerían unos conocimientos ‘plenos de ciencia implícita’ aunque vacíos de formación previa legítima, y mucho menos, reglada.
La línea materna ha funcionado como vehículo de transmisión de saberes cuyos conocimientos eran eminentemente prácticos y se transmitían de madres a hijas, de generación en generación. Pócimas, ungüentos y emplastes unidos a recetas de caldos y comidas caseras ayudaban a aminorar y paliar los efectos y síntomas de catarros, enfriamientos, diarreas, de la menstruación o durante el puerperio. Y junto a estos saberes, también se hicieron cargo de la economía familiar, administrando los gastos cotidianos de la casa. Una contabilidad que exigía unos conocimientos de rudimentarios de lectura, escritura y cálculo. De ahí que con el devenir de los tiempos muchas profesiones quedaran asociadas a las féminas: enfermería, docencia, secretariado y muchos otros títulos de ‘ayudantes de…’, siempre bajo liderazgo masculino.
Fue en el siglo XVIII con la Ilustración, cuando surgieron y desarrollaron los famosos ‘Salones literarios’, liderados y promocionados por mujeres, en cuyo seno se conversaba sobre política, economía y ciencia, que emergieron figuras femeninas destacadas como Émile de Châtelet que tradujo una obra de Newton al francés de la que dedujo la conservación de la energía.
El XVIII marcó un antes y un después y comenzaron a promocionarse estudios de carácter científico, de manera particular en el campo de la botánica, hecho que se vio favorecido por las múltiples expediciones fomentadas tras el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Fue un siglo muy prolífero para las mujeres científicas que destacaron en el terreno de las matemáticas como María Gaetana Agnesi, de la medicina como Mary Montagu, de la astromonía con Caroline Herschel o con la científica Laura Bassi entre otras.
Aún tendríamos que esperar el paso del siglo XIX e incluso el XX para que ‘mujer y ciencia’ formaran un tándem reconocido y prestigioso, y aun así, el reto sigue estando ahí para muchas féminas cuyos logros, más que demostrados, a veces quedan difuminados o la sombra de considerados ilustres varones. La falta de modelos, el encasillamiento en los roles de género constreñidos al ámbito del hogar y de las tareas domésticas y las funciones asignadas como esposa y madre, han sido los principales escollos que las mujeres han tenido que afrontar en su lucha por abrirse paso en la ciencia.
Afortunadamente, hoy por hoy, la lista de mujeres destacadas en los diferentes campos de la ciencia es muy extensa y son muchísimos los logros aunque en cierto modo aún tengan que afrontar el desafío de estereotipos de género para fomentar la plena igualdad de participación.
©lady_p