Desde el blog ‘Serendipia, este mes de mayo el reto nos invita a escribir sobre el tema ‘fugarse’.

Lucía contemplaba absorta el paisaje que pasaba rápido por la ventanilla del tren de cercanías. Llevaba diez años haciendo el mismo recorrido cada día de la semana, y sentada en su asiento, no dejaba de pensar en desaparecer, en dejar aquella vida monótona, aquel trabajo mal pagado que apenas le permitía subsistir, y fugarse a otro lugar donde empezar de nuevo. No se trataba de una huida. No huía de nadie que no fuese ella misma y aquella vida que giraba y giraba sin sentido. Necesitaba objetivos, emociones, metas, liberarse de todo. Y estaba claro que en aquella rutina no los encontraría.
Hacía apenas un par de meses había recibido una pequeña herencia de una tía soltera. Lucía era la única familiar viva directa. Curiosamente apenas la había conocido ni tratado. Tan sólo conservaba un vago recuerdo en casa de su abuela cuando era pequeña, y desde luego, muchas veces le habían hablado de ella porque llevaba su nombre. Y sin embargo, en aquel mismo instante, sentía una inmensa gratitud porque aquella pequeña fortuna le permitía plantearse un nuevo comienzo. Sólo le faltaba decidir dónde ir y desatar las ataduras que le mantenían ligada a los recuerdos de la ciudad donde vivía, a la casa de sus padres, a su niñez y juventud, y sobre todo, a la vida monótona que llevaba porque, a pesar de todo, le aportaba seguridad.
Llevaba años soñando con escapar pero le faltaba valentía y decisión. Aquella herencia le había infundido los ánimos necesarios para planteárselo en firme. Así que decidió marcharse y comenzar de nuevo. Aunque el cambio fuera radical, algo le decía que sabría adaptarse.
Dicho y hecho.
Se marchó sin despedidas, ni cartas, ni nada. Simplemente se levantó, reunió lo imprescindible para ir liviana de equipaje y caminó decidida hacia la estación para coger el tren que la conduciría al aeropuerto, y una vez allí, no miró atrás. Simplemente caminó decidida hasta la puerta de embarque, pasó el control y subió al avión que la trasladaría hacia una nueva vida.
Se acomodó en el asiento junto a la ventanilla y apretó la mochila contra su pecho, abrazando todas sus emociones y sentimientos que se manifestaron en una sonrisa abierta, esperanzadora y feliz. Y por primera vez en su vida se sintió libre…
©lady_p