En la primera década del siglo XXI irrumpió Facebook en nuestras vidas. En aquel entonces era la red social por antonomasia y si no tenías una cuenta, no eras nadie en el universo de las relaciones sociales en el marco de internet.
Esta red conectaba a familiares y conocidos. Y recuerdo, que de buenas a primeras, alguien de quien no sabías nada desde hacía años, contactaba contigo y accedías y participabas d su vida a través del muro donde se colgaban fotos de la vida cotidiana: viajes, cumpleaños, fines de semana o incluso fotos del día a día en la casa.
Respecto a mí, hacía años que no sabía nada de Lena, una antigua compañera de colegio que con doce años se mudó de ciudad porque su padre era militar y le cambiaron de destino. Éramos muy buenas amigas, inseparables, incluso habíamos pensado estudiar lo mismo para vivir juntas.
Y un día se me ocurrió buscarla. Había muchas ‘Lenas’, con diferentes apellidos o sobrenombres. La empresa era difícil. Hasta que de repente -no lo podía creer- vi una foto de Lena tal y como la recordaba del colegio. Abrí su perfil y para mi sorpresa no era ella sino su hija, que se también se llamaba Lena y resultaba ser idéntica a ella. No acabó ahí la sorpresa porque entre los amigos de ‘Lena hija’ se encontraba la mía, que casualmente se llama como yo y es mi viva imagen.
Y pensé: «Lena y yo hemos estado unidas sin saberlo…».
©lady_p