Fue por casualidad que yo tomase aquella sugerente foto: el cruce en bicicleta de dos aparentes desconocidos que ni siquiera se miran. La tomé hace unos días cuando, como cada mañana, salí con la cámara al hombro dispuesta a fotografiar el barrio, que es lo mismo que salir a captar la vida cotidiana: mayores paseando, niños jugando, tenderos y vendedores abriendo sus tiendas, gente anónima que camina hacia su trabajo, chavales que vagan de un lado a otro sin rumbo fijo y escenas varias.
En esta zona de la ciudad se enfrentan múltiples rivalidades y es algo conflictiva. Por eso no es extraño que a veces suenen las sirenas y la policía haga acto de presencia. Enseguida se forma un gran revuelo y el incidente, por pequeño que sea, se rodea de un enjambre de espectadores que parecen no tener prisa, dispuestos a presenciar la reconciliación o el arresto, como si de una obra de teatro se tratara.
Hace apenas una semana sucedió algo así cuando yo paseaba. De repente vi un corro de gente y me acerqué para sacar fotos. Cuando llegué, dos chavales permanecían con las palmas de las manos pegadas a la pared mientras dos policías los cacheaban. Repetían sin parar que ellos no habían hecho nada, que sólo pasaban por allí, que venían de los recreativos de la esquina, que lo comprobasen… Los policías hacían su trabajo sin rechistar, con gestos un poco bruscos.
La gente de alrededor era un grupo muy diverso: blancos, negros, chinos e hindúes mezclados. Cualquiera podría ser inocente o sospechoso, pero les tocó a ellos porque caminaban por la acera y justo en ese momento pasaban por la puerta del comercio. Uno de ellos se echó a llorar. Suplicaba que le creyeran. Repetía incansable que era inocente.
Hice algunas fotografías. La escena era de película. La gente susurraba y emitía su propio juicio: unos consideraban la culpabilidad, otros la inocencia. Algunas señoras mayores se ablandaban ante aquella imagen y gritaban a la policía que los soltasen. El dueño de la tienda reclamaba justicia. Finalmente abrieron la puerta del coche patrulla y los dos se metieron, mientras los agentes colocaban con cuidado la mano sobre sus cabezas para que no se golpeasen al entrar. Luego se marcharon rápidamente, con la sirena a todo gas.
Al día siguiente las cosas se aclararon, y tras revisar las cámaras de vigilancia, se supo que los ladrones eran dos hombres, uno blanco de mediana edad y otro negro más joven, que habían huido en bicicleta. Escuchaba estas noticias mientras revelaba las fotos y de repente, como si de un milagro se tratara, la imagen desveló a aquellos dos extraños que se cruzaban ignorándose el uno al otro. Y presentí que eran ellos, que sin querer había inmortalizado a los delincuentes. Y entonces entregué la foto a la policía junto con mi versión de los hechos.
Finalmente la policía los detuvo. Al parecer habían desvalijado varios comercios del barrio y en un trastero, donde almacenaban las piezas robadas, atesoraban el motín: varios televisores, móviles última generación, cámaras de video y un par de bicicletas nuevas último modelo…
©lady_p
ENERO/2024
Participación en el reto “Viernes creativo’ a iniciativa del Blog “El bic naranja” que nos invita a escribir a partir de la foto.
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