Sin tiempo ni medida

el BLog de Lidia nos invita a escribir jugando. este mes de junio el microrrelato o poesía deberá inspirarse en la carta y En la creación deberá aparecer un hatillo y un brick de leche (Opcional).

Miré mi viejo reloj vacío de tiempo. Ignoraba cómo transitaría mis días en un continuo sin ritmo ni medida. Lo guardé en un hatillo y me marché conducida por la luz del sol, guiada por la estrella Polar, sin rumbo fijo, deambulando por el espacioso mundo.

Varias lunas después, llegué a un extraño lugar donde la vida transcurría movida por la propia naturaleza: comer y dormir cuando el cuerpo lo apetezca, soñar cualquier instante del día o de la noche, permanecer siempre en hoy aunque fuera mañana… Bebí el último sorbo de un brick de leche y volví a dormir…

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Justicia

En la convocatoria del mes de abril ‘Escribir jugando desde el blog de lidia’ se nos invita a escribir sobre un nuevo desafía: descúbrelo.

El caballero se quitó la loriga y extrajo del interior una pluma de ave, símbolo del amor. Pidió al rey un juicio justo que le hiciera merecedor de su confianza y le concediera la mano de su hija por méritos propios. El desafío era que la pluma pesara más que una misteriosa bolsa, cuyo interior guardaba uno de los tesoros más preciado para el Rey.

Todos pensaron que el caballero no superaría aquella prueba. Pero cuando observaron la inclinación de la balanza todos gritaron: «¡Ohhh!» Entonces alguien preguntó: «¿Qué contiene la bolsa majestad?» Y el rey contestó contundente: «Lealtad».

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La sima del arcoíris

el BLog de Lidia nos invita a escribir un microrrelato o poesía inspioradas en la carta. En la creación debe aparecer la runa Alguiz.

En los confines del reino existía una profunda sima que nadie conseguía cruzar. Aquel fructífero bosque, poblado de árboles y molinos de vientos, representaba la salvación de los secos y áridos territorios del sur. El caballero se detuvo en el borde de la fosa, y mirando al cielo, imploró valor a los dioses para afrontar el desafío, mientras apretaba la runa Alguiz contra su pecho. Al instante un hermoso arcoíris se desplegó ante él uniendo ambas orillas y el jinete cruzó, exploró y regresó a su reino para ofrecer al rey las tierras más ricas y fértiles jamás soñadas…  

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Cruce de caminos

Fue por casualidad que yo tomase aquella sugerente foto: el cruce en bicicleta de dos aparentes desconocidos que ni siquiera se miran. La tomé hace unos días cuando, como cada mañana, salí con la cámara al hombro dispuesta a fotografiar el barrio, que es lo mismo que salir a captar la vida cotidiana: mayores paseando, niños jugando, tenderos y vendedores abriendo sus tiendas, gente anónima que camina hacia su trabajo, chavales que vagan de un lado a otro sin rumbo fijo y escenas varias.

En esta zona de la ciudad se enfrentan múltiples rivalidades y es algo conflictiva. Por eso no es extraño que a veces suenen las sirenas y la policía haga acto de presencia. Enseguida se forma un gran revuelo y el incidente, por pequeño que sea, se rodea de un enjambre de espectadores que parecen no tener prisa, dispuestos a presenciar la reconciliación o el arresto, como si de una obra de teatro se tratara.

Hace apenas una semana sucedió algo así cuando yo paseaba. De repente vi un corro de gente y me acerqué para sacar fotos. Cuando llegué, dos chavales permanecían con las palmas de las manos pegadas a la pared mientras dos policías los cacheaban. Repetían sin parar que ellos no habían hecho nada, que sólo pasaban por allí, que venían de los recreativos de la esquina, que lo comprobasen… Los policías hacían su trabajo sin rechistar, con gestos un poco bruscos.

La gente de alrededor era un grupo muy diverso: blancos,  negros, chinos e hindúes mezclados. Cualquiera podría ser inocente o sospechoso, pero les tocó a ellos porque caminaban por la acera y justo en ese momento pasaban por la puerta del comercio. Uno de ellos se echó a llorar. Suplicaba que le creyeran. Repetía incansable que era inocente.

Hice algunas fotografías. La escena era de película. La gente susurraba y emitía su propio juicio: unos consideraban la culpabilidad, otros la inocencia. Algunas señoras mayores se ablandaban ante aquella imagen y gritaban a la policía que los soltasen. El dueño de la tienda reclamaba justicia. Finalmente abrieron la puerta del coche patrulla y los dos se metieron, mientras los agentes colocaban con cuidado la mano sobre sus cabezas para que no se golpeasen al entrar. Luego se marcharon rápidamente, con la sirena a todo gas.

Al día siguiente las cosas se aclararon, y tras revisar las cámaras de vigilancia, se supo que los ladrones eran dos hombres, uno blanco de mediana edad y otro negro más joven, que habían huido en bicicleta. Escuchaba estas noticias mientras revelaba las fotos y de repente, como si de un milagro se tratara, la imagen desveló a aquellos dos extraños que se cruzaban ignorándose el uno al otro. Y presentí que eran ellos, que sin querer había inmortalizado a los delincuentes. Y entonces entregué la foto a la policía junto con mi versión de los hechos.

Finalmente la policía los detuvo. Al parecer habían desvalijado varios comercios del barrio y en un trastero, donde almacenaban las piezas robadas, atesoraban el motín: varios televisores, móviles última generación, cámaras de video y un par de bicicletas nuevas último modelo…  

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ENERO/2024

Participación en el reto “Viernes creativo’ a iniciativa del Blog “El bic naranja” que nos invita a escribir a partir de la foto.

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El corazón de Nora

Aquella mañana Nora se levantó preocupada. Había tenido una terrible pesadilla en la que sentía que su reloj interior se paraba. La mano de un ser grotesco atravesaba su pecho y arrancaba de cuajo el mecanismo del reloj que hacía las veces de corazón e impulsaba su vida. El recuerdo de semejante sueño la inquietó. Por eso, de vez en cuando, colocaba las manos sobre su pecho para percibir el tic tac y comprobar que seguía funcionando. Hasta que el recuerdo de las manecillas de turmalina negra la alivió: su poder la protegía de cualquier negatividad.

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Participación en el reto “Escribir Jugando” desde el Blog de Lidia Castro.  

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La llegada

Apenas cinco peldaños me separaban de ella. Al pie de la escalera contemplaba los cerezos en flor bajo una bóveda azul de nubes bancas. El horóscopo me había anunciado que ‘acuario’ sería recibido con una acogida calurosa. Nada tenía que temer, sin embargo su llegada me inquietaba.

El tiempo se deslizaba demasiado lento aunque apenas habían transcurrido unos minutos. De súbito alguien se acercó detrás de mí para susurrarme al oído que ella no vendría ni ese día ni otro. Entonces un fuerte viento agitó con fuerza los árboles y un pájaro azul se posó sobre la alfombra roja… 

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Participación en el reto  Escribir Jugando de noviembre en el Blog de Lidia.