Regreso inesperado

El reto de este mes de marzo desde el blog Divagacionistas nos invita a escribir sobre el tema ‘lluvia’.

Llovió insistentemente durante días. Pensé que había limpiado los cristales para nada porque miles de gotas se deslizaban sin parar hasta el punto de no dejar ver la calle.

De vez en cuando clareaba un poco, el tiempo justo para sacar a Cara que volvía con el morro y las patitas mojadas y el rabo entre las piernas, asustada por la tormenta.

Aunque me encanta el invierno y la lluvia, después de tantos días hasta yo empezaba a necesitar un poco de sol. Me sentía algo abatida, echaba en falta mis paseos por la playa y sentarme a leer un rato en el porche. Por eso de vez en cuando consultaba el pronóstico del tiempo a ver si por casualidad prometía cambios para el siguiente día…Pero no. Las borrascas entraron una a una pero seguidas y entonces, no sé por qué, recordé otro tiempo con la casa llena de gente. Recordé a Diego cuando llegaba del trabajo calado hasta los huesos porque se negaba a usar el paraguas. Me acuerdo que dejaba el suelo de la entrada perdido y yo tenía que colgar su ropa en el baño mientras le oía repetir que para otra vez se lo llevaría… Y a los niños cuando volvían del colegio caminando, hundiendo las botas de agua en cada charco, con los paraguas de colores tropezando y los flequillos mojados…

La lluvia suena a melancolía, a nostalgia que me lleva a tiempos pasados que repaso mentalmente mientras no dejo de oír cómo golpea los cristales y la luz de los relámpagos ilumina la oscuridad del salón… Pienso en Diego y en el vacío de su ausencia. Cara, asustada, se echa a mi lado e inesperadamente suena el motor de un coche que para justo en la puerta. Casi no puedo ver quien llega. No espero a nadie…

De repente la puerta se abre: Diego ha regresado. No trae paraguas y pone el suelo perdido de agua, pero está de nuevo en casa y eso es lo único que importa.

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Un momento memorable

Este mes de enero en ‘Divagacionistas‘ se nos invita a escribir sobre el tema ‘Momentos’.

La entrega de premios requería etiqueta, así que alquilé un esmoquin. Mi actual salario no me daba para adquirir uno nuevo que seguramente aparcaría en el armario durante mucho tiempo, pues en aquellos días escribir no era mi auténtica profesión.

Todo comenzó con mi primera novela. Cuando mi hermana la leyó tuvo la osadía de presentarla a los premios ‘Cometas’. Mis relatos nunca habían ido más allá de concursos locales o provinciales, por eso al concluir la novela no supe qué hacer. El caso es que llegó la invitación para la ceremonia de la entrega de premios a la que Alicia, mi hermana, me acompañó. Sobra decir que iba nervioso pero sin la más mínima esperanza.

Entramos en el teatro y nos sentamos en la octava fila. El recinto estaba a rebosar. Los anfitriones salieron a la palestra. Un veterano del mundo de las letras disertó sobre la importancia y el papel de la literatura en la sociedad actual así como sobre el prestigio de los Premios, cuya trayectoria cumplía ya la vigésima edición. Y después de varios discursos y diferentes actuaciones de grupos musicales, por fin llegó la hora de anunciar a los nominados y hubo sorpresa pues entre los tres finalistas escuché mi nombre.

Y ahí comenzó el momento más memorable de mi vida, un punto de inflexión. Una famosa actriz era la encargada de nombrar al ganador. La chica salía desde el lado contrario al atril. Lucía un vestido fantástico y caminaba despacio mientras miraba sonriente al público. Los segundos se hicieron eternos hasta que llegó al atril. Saludó brevemente. Un niño se acercó a ella con una bandeja que portaba el sobre. Ella lo cogió y se volvió sin perder la sonrisa. Luego hizo una pausa para crear aún mayor expectación. El corazón me latía a gran velocidad. Mi hermana me estrechaba fuertemente la mano. La chica despegó la solapa del sobre y extrajo una tarjeta del interior. La miró e hizo el gesto pegándola un instante al pecho. Fueron los instantes más emocionantes y largos de toda mi vida, hasta que de repente se oyó alto y claro: «Y el ganador de la vigésima edición de los Premios Cometas es Víctor Presset por su novela ‘El Danubio no es azul’».

Y desde aquel instante mi vida cambió para siempre.     

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‘El Faro’

Desde el blog ‘Divagacionistas’ la convocatoria de este mes invita a participar escribiendo un relato sobre el tema ‘FARO’.

Todo comenzó aquella madrugada de radio cuando llamé al programa ‘El Faro’ para participar en la sección ‘Suena la vida’. Después de unos minutos de amable conversación Mara Torres, la conductora del programa, me invitó al estudio para una entrevista en directo, pues aunque suele llevar a personajes públicos conocidos y famosos, consideró que yo podría simbolizar a esa ciudadanía que sólo se representa a sí misma. Y acepté a condición de mantener el anonimato y ser la voz del pueblo, una de tantas oyentes que escuchan la radio durante las largas madrugadas de insomnio o trabajo.

Las preguntas tenían que ver con cada una de las etapas de la vida, con las personas que sucesivamente fueron confluyendo en ella, incidiendo de manera particular en aquellas que mayor influencia haya podido ejercer o hayan sido determinantes a la hora de forjar la identidad, y sobre aquellas otras que hayan arrojado luz en los momentos más confusos o hayan inspirado respuestas en situaciones difíciles, es decir, aquellos seres de luz o faros-guías cuya presencia nos hayan marcado. Como colofón final, la entrevista concluye con una pregunta que gira en torno a un ‘faro’, animando al invitado o invitada –yo en este caso- a que se visualice en él junto a otra persona mientras suena de fondo su música favorita. Y porque no hay faro sin mar, acabamos hablamos de la influencia, la importancia o la impronta que éste haya podido dejarnos así como su mayor o menor presencia y protagonismo en el momento actual.

Recuerdo que la conversación transcurrió serena, tirando de recuerdos, mencionando a todos aquellos que han sido relevantes en mi vida porque en algún momento han servido de guía, empezando por mi padre hasta llegar a mi hijo, los dos faros que más han iluminado mi camino.

Un faro es metáfora de estabilidad, firmeza, perseverancia, orientación, iluminación…Y entonces la periodista me preguntó: «¿Quién es el faro de tu vida?» Después de pensarlo unos segundos no supe qué contestar. Y es que en esta etapa no hay un faro que me conduzca porque sobre todo yo me he transformado en el faro que ilumina otros caminos desde la distancia. Una luz encendida en la oscuridad, un refugio, un hogar, una mano amiga… Y esta es la misión que a estas alturas me toca desempeñar.

©lady_p