Esta semana en ‘relatos jueveros’ desde el blog de Marifelita se nos invita a escribir un relato o un texto sobre alguna mujer pionera en deporte.

Las Olimpíadas de 1936 celebradas en Berlín no estuvieron exentas de cierta polémica y entre ellas pulula la imagen de Helene Mayer entre luces y sombras, pues Mayer, una judía afincada en EE.UU, resultó momentáneamente indultada por Hitler para representar a Alemania en aquellos Juegos.
Nacida en Alemania en 1910 era hija de una luterana y un médico judío. Desde muy joven comenzó a practicar esgrima y con sólo trece años ya obtuvo su primer triunfo en un campeonato nacional que a los veinte había ganado seis veces.
En 1928 obtuvo el oro en las Olimpiadas de Amsterdam, medalla que no revalidó cuatro años después en Los Ángeles debido a la coyuntura emocional familiar difícil tras las muertes de su padre y su novio.
En 1936 llegaba la oportunidad para la Alemania nazi. La situación de Hitler era comprometida pues con el problema judío la imagen que mostraba al mundo no era muy amable por lo que se decidió abrir un poco la mano y hacer la vista gorda. Así se permitieron el regreso de algunos libros prohibidos a las librerías, de la música de jazz a algunos clubs y a mirar hacia otro lado frente a algunas manifestaciones consideradas homosexuales. Y respecto a los Juegos, el gobierno de Hitler pactó con el COI una cuota de participación judía que permitió a Helene, afincada en EE.UU desde su expulsión de Alemania, participar en esgrima.
Helene Mayer, representó a Alemania en las Olimpiadas de Berlín de 1936, una participación simbólica puesto que tenía ascendencia judía. Con ello el régimen nazi buscó proyectar una imagen de inclusión internacional, pese a sus políticas discriminatorias. Mayer ganó la medalla de plata en esgrima, una destacada actuación en un evento envuelto en tensiones políticas. Helene murió en 1953 y su historia sigue siendo un tema de análisis y reflexión sobre los Juegos Olímpicos y su relación con la política.
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