Esta semana desde el Blog de Mariana Pussó, ‘Hacia el último escalón de la magia’, relatos ‘jueveros’ nos invita a escribir un texto ‘un pimiento’ entre sus protagonistas.

Mi amigo Philip vino de EE.UU, concretamente de California, a pasar el verano. La idea era coger el coche y recorrer España. Parar donde se nos antojase aprovechando que en esta estación hay muchas ferias, festivales y verbenas. Empezar en San Juan y acabar con el Entierro de la Caballa que pone oficiosamente punto final al verano.
A Philip le pareció fantástico. Preparamos el coche y salimos después de descansar de la barbacoa en la playa aquella noche del 24 de junio. En la radio daban un programa sobre los San Fermines y allá que fuimos. Queríamos comer chistorra y recorrer la calle Estafeta aunque después del encierro. Ni mi amigo ni yo nos atrevíamos a correr delante de los toros. Bebimos y comimos como si no hubiera un mañana y después de varios días de excesos dejamos Pamplona al amanecer y buscamos un hotel para reponernos.
A continuación, tras varios días de tranquilidad recorriendo algunos pueblos, marchamos a Galicia, a la Fiesta Gastronómica del Pimiento que se celebra en Padrón, (A Coruña). El pueblo estaba atestado de gente. En la plaza habían montado unas carpas donde comer marisco y otros productos de la tierra. Philip no conocía los ‘pimientos’ típicos de esta zona. Le explico que son unos pimientos verdes picantes, pequeños y sabrosos, originarios de México, que trajeron a España los Padres Franciscanos en el siglo XVI. Y tienen una peculiaridad y es que ‘unos pican y otros no’, a lo que él contestó: «Pues vamos a por ellos, me encanta el picante». Aunque le advertí sobre lo que podía pasar él no hizo ningún caso y comenzó a comer sin preocupación alguna. Uno, dos, tres, cuatro… Nada, pensaba que lo del picante era una broma. Y apenas quedaban dos en el plato, decidimos repartirlos y entonces sí. Philip comenzó a soplarse con la mano. La boca le ardía. Se bebió toda su cerveza y el resto de la mía, pidió un vaso de agua y otro más, hasta que pasó un buen rato y se fue calmando. ¡Nunca había comido nada tan picante!
Tras la aventura marchamos a Lugo, al Festival Romano y después iniciamos el regreso hacia el Sur realizando varias paradas, hasta que finalmente estuvimos de vuelta para el Entierro de la Caballa. Un verano estupendo, para recordar, aunque eso sí, Philip jamás volvió a probar un pimiento, ni verde ni rojo. Los aborreció…
©lady_p
Pobre Fhilip, no me extraña que los aborreciera, seguro que los ojos y la garganta le echaban fuego. Buena historia para el reto Lady, un abrazo
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Puedo entenderla perfectamente, si le picaron desde luego no fue una buena experiencia ajja, eso si vio ferias gastronómicas bien bonitas, y que decir del paisaje que la diste por nuestra geografía. Un besote y muy bueno tu historia. Besos.
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Hola lady! Una aventura culinaria de todo un verano! Qué envidia! Dan ganas de imitarlos! Aunque en lo de los pimientos picantes, paso… jaja demasiado riesgo para mí! Muy buen aporte para este difícil reto. Un abrazo
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Gracias Mónica! Un abrazo
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Jajaja, qué bueno, hemos pensado en el mismo dicho.
Es que estos extranjeros se piensan que si se les dice que pican es un cuento. Que sólo pican las guindillas y los gorros escoceses…
Un abrazo.
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Sí, sí, van de sobraos…Un abrazo!
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Qué hermoso verano, recorrer diferentes lugares disfrutando no solo de los paisajes, sino de la buena gastronomía y bebida. Esos son los viajes que me gustan comer y beber, sobre todo lo típico del lugar.
Esos pimientos picantes se las traen, yo cultivo algunos en mi jardín porque a mi esposo y yerno le gustan, yo apenas pruebo, un toque de picante viene siempre bien.
Me gustó mucho ese viaje, un abrazo.
PATRICIA F.
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Gracias Patricia. Un abrazo!
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Hola Lady! Que bello recorrido y paseo de dos amigos y pobre de Fhilip, lo picante en extremo es bravo jajaja Besos por ahí y gracias por participar de esta ensalada de pimientos!
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Hola lady, menuda aventura veraniega, aunque el pobre Philip haya terminado por aborrecer los pimientos.
Un abrazo!
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