El Museo de los Horrores

Imagen: Internet

Para volver a meterse en el ataúd sólo necesitó un pequeño impulso, y ya dentro, se acomodó tirando hacia sí mismo de la cubierta con un artilugio ideado ex profeso para la ocasión. Una vez dentro, Héctor esperaba su próxima víctima, concentrado y expectante, hasta que oyó pasos y voces cercanas. Entonces agudizó el oído, y cuando los intuyó a su lado, pulsó el botón que hacía saltar la tapa mortuoria al tiempo que la madera crujía y las bisagras chirriaban: ¡huuuu! Renglón seguido escuchó los gritos de dos jóvenes que atemorizados huían de la sala y con cara de terror abandonaban el Museo de los Horrores…

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P.D. Microrrelato presentado al Concurso ‘Relatos encadenados’ de la Cadena Ser.