
Parecía una mañana cualquiera, aunque presentaba cierto sabor a nostalgia y melancolía. Cara, mi galga, movía el rabo impaciente ante el comedero. Salí de casa presa de mis contradicciones y conduje carretera hacia adelante dejando tras de mí una ciudad que en ese instante me resultaba hostil. Me sentí liberada avanzando sin rumbo, mientras la urbe empequeñecía a través del retrovisor. Pasada una curva, una hermosa arboleda me invitó a parar. Al bajar sentí el fresco de la mañana, escuché el canto de los álamos, me abracé a un grueso tronco y enseguida comprendí aquello de ‘todo pasa’. Y regresé…
©lady_p
P.D. Relato enviado al concurso correspondiente al mes de septiembre promocionado por la Fundación «Cinco Palabras»